Por
Alvin Reyes
Durante
los últimos años las sociedades “modernas” y “civilizadas” se han estado viendo
asaltadas por actos de violencia inusitada que poco a poco han, incluso,
sobrepasado la capacidad del asombro. Es ya normal en nuestros diarios ver
titulares como los siguientes:
Al salir de hotel, hombre mata mujer y se suicida.
En
busca de la solución ha esta epidemia se han escrito miles de páginas de
análisis y ensayos. Se han dilapidado miles de horas hombre en seminarios,
entrenamientos a fiscales, a policías, etc. En algunos casos se han creado,
como en nuestro país, fiscalías especiales como la de la mujer. Cuál ha sido el
resultado de todo esto?. Nada. Los crímenes violentos han seguido su curso. Los
actos de corrupción, antes por lo bajo, se sospechaba algo, de boca en boca, se
comentaba discretamente, ya hoy son algo que la gente ha terminado por aceptar,
siendo la honestidad un rasgo distintivo en extinción.
Que
es lo que está pasando con la humanidad?
En
este mismo blog transcribimos un sub capítulo del Volumen I de “El Mito de la
Maquina” de Lewis Mumford titulado “Ritual, Tabú y Moral” y lo hicimos porque
creemos, tenemos la convicción de que gran parte de la causa de lo que le está
ocurriendo a las sociedades “modernas” y “civilizadas” es que han perdido los
frenos morales que impusieron nuestros ancestros para sostener, bien
encerrados, los demonios que, por nuestra naturaleza, llevamos en el interior.
“Al invocar esos poderes consagrados y
prescribir terribles castigos para quienes violaran los tabúes, el hombre
primitivo estaba construyendo hábitos de control absoluto sobre su propia conducta.”
Hemos
desarrollado un estilo de vida que estimula el placer de una manera descarnada
y que ha convertido la propia vida en una búsqueda incesante de la felicidad
a toda costa. Pero se ha confundido la
felicidad con el hedonismo. La vida es una y hay que gozarla.
Para
tratar de explicar cómo se han ido soltando los demonios de nuestro interior,
tomemos el ejemplo de la obesidad. La religión nos habla de los 7 pecados
capitales. Uno de ellos es la gula, que sucede entonces cuando un una campaña
de una compañía de Snacks el anunciante desafía al niño y le dice “A que no te
puedes comer solo una”: lo está lanzando en brazos de la glotonería. Ese niño glotón será un adulto obeso,
rechazado por los compañeros y el sexo opuesto, vivirá una vida reprimida
atormentado por demonios que anidan en su interior.
Quizá
el demonio de la lujuria, otro pecado capital es uno de los que mas se han
beneficiado del culto al hedonismo y a la publicidad visual cargada de erotismo
y pornografía. Así vivimos bombardeados desde que el día amanece con
propagandas eróticas:
Y
vemos a diario como mujeres semidesnudas bailan a cualquier hora del día frente
al televisor.
Solo
en un mundo dominado por pasiones si raciocinio se pueden encontrar noticias
como la siguiente:
Con
nuestra búsqueda del placer como mecanismo extraviado de la felicidad, y con la
consecuente rentabilidad que este actitud produce en el comercio mundial (solo
los sitios porno de internet mueven 4 900 millones de dólares al año) hemos liberado demonios que ahora nos
gobiernan sin control, de ahí la violencia diaria, en todo momento. Estamos a
merced de los instintos más básicos, después de tanto esfuerzo que costó “la canalización deliberada de los
apetitos corporales y urgencias genitales”
Durante
el camino desde las cuevas hasta el mundo moderno hemos ido ocultando demonios,
sepultando apetencias instintivas. Hemos, en aras del progreso el comercio y la
modernidad corrido los cierres, hemos abierto las cadenas y los demonios se
pasean desatados. Todo los otros intentos de explicar lo que nos está
ocurriendo se quedan en el ámbito de la sociología, la economía y el
capitalismo, por eso no han encontrado la clave. Y mucho antes que yo ya lo
escribió Algernon Blackwood citado por H. P. Lovecraft en “La Llamada de
Cthulu”:
“Es
concebible que tales potencias o seres hayan sobrevivido...hayan sobrevivido a
una época infinitamente remota donde...la conciencia se manifiesta, quizá,
bajo cuerpos y formas que ya hace tiempo que se retiraron ante la marea de la
ascendente humanidad... formas de las que sólo la poesía y la leyenda han
conservado un fugaz recuerdo con el nombre de dioses, monstruos, seres míticos
de toda clase y especie...”.