lunes, 23 de septiembre de 2013

Espiritualidad



Alvin Reyes
Creo que al final de todo somos más espíritu que carne. Es más estoy casi seguro que somos 100 % espíritu, el cuerpo, la carne que poseemos es solo un medio usado por natura para expresar lo que somos. En ese sentido yo soy lo que me sienta por dentro. No soy mi pelo, ni mis uñas, ni el color de mis ojos, ni mi panza crecida, todo eso es azar, genética pura. Pero mucho menos soy los zapatos que calce, el celular que use ni la marca de auto que tenga, eso es comercio.

Nuestra sociedad premia, valora, estimula, la riqueza material por encima de la espiritual. Así la gente admira más la colección de autos del boxeador Floyd Mayweather que a Simon el estilista. Desde que tenemos uso de razón se nos traza la pauta del éxito: “Debes ser un gran profesional, un hombre de éxito”. “Quiero que mi hija sea una gran artista”. Bueno si lo logran bienvenido sea. Pero he visto padres partirse el espinazo para que sus hijos tengan lo ellos no tuvieron. Pero al referirse a eso solo lo hacen a lo material, se olvidan de que a lo mejor sus padres le dieron, de lo que tenían, lo mejor de ellos, le dieron amor, un amor que no estaba envuelto en celofán material, que no se reflejaba en colegios caros ni en costosos aparatos de juegos, se basaba en el deber de padre y en el estar ahí en el momento indicado.

El ser espiritual debe prevalecer siempre sobre el ser material como condición única para alcanzar esa felicidad, esa panacea, ese estado de gracia perpetua que hemos confundido con la consecución de artilugios materiales. Un espíritu rico, un espíritu autosuficiente siempre estará por encima de las apetencias materiales por lo que tendrá un alto porcentaje de posibilidad de alcanzar, al menos conocer bien de cerca el rostro de la felicidad. La riqueza espiritual te permite necesitar menos, ser más feliz con poco. El hombre que logra en su vida incrementar su riqueza espiritual por encima de las apetencias materiales vivirá mejores años que un hombre esclavo de las posesiones materiales.

Es posible que muchos consideren que nosotros propugnamos por una existencia miserable, vivir en andrajos por la calle con el rostro feliz. No. De ninguna manera, aspiramos a que los seres humanos vivan una vida digna donde sus necesidades estén cubiertas. A lo que nos oponemos es al culto al lujo y a la opulencia y al sacrificar lo poco que se nos da de vida en la búsqueda de objetos materiales, porque es una búsqueda sin fin ya que siempre los fabricantes de juguetes tendrán la inventiva suficiente para crear artefactos novedosos en comparación con el que ya tienes y tú, al ver que se han creado objetos mejores  que el que ya posees solo sentiras que tu existencia es miserable no apreciando las virtudes del que ya haz logrado obtener.

Quiero aclarar, por último, que la espiritualidad a la que me refiero no tiene nada que ver con religión. La religión es otro tipo de esclavitud que en su momento trataré. Acá solo quiero dejar por sentado que eso, que se ha dado en llamar alma, espíritu, ese yo interior de cada uno, ese es nuestro verdadero ser. Se debe todos los días del mundo hacer crecer ese yo interior, esa persona que somos, eso es lo que nos dará la fortaleza necesaria para enfrentar los aciagos días de destrucción y locura que estamos viviendo.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Una advertencia de Toynbee para estos tiempos inciertos



Estamos viviendo de verdad tiempos inciertos. Hace apenas una semana estuvimos al borde de la guerra. Una amenaza que aún no se ha disipado del todo porque los objetivos que se persiguen en  la misma todavía están sobre la mesa de los poderes facticos de la tierra. Una vez más, como a lo largo de la historia, los beligerantes acusan  a sus adversarios de las atrocidades que cada uno de ellos en mayor o menor medida también está dispuesto o, incluso, ya ha cometido.

Un rasgo común en todos estos conflictos es que se recurren a expedientes antiquísimos, pugnas centenarias, viejas rencillas sin resolver como en el caso de los Balcanes o el conflicto árabe israelí. En ese sentido queremos traducir unos párrafos de “A study of history” de Arnold Toynbee porque creemos que se adapta perfectamente a estos tiempos aciagos donde “bombas de violencia cósmica” amenazan a la humanidad.

“Los mismos avances científicos y tecnológicos sin precedentes que han unificado el mundo “aniquilando la distancia” le han dado a la humanidad el poder de aniquilarse a si misma por medio de una guerra con armas atómicas. Nos estamos despertando de pronto a una realidad en la que nos hemos colocado inintencionadamente frente a la elección de dos alternativas extremas, cometer genocidio o aprender a vivir de aquí en adelante como una sola familia. La supervivencia de la raza humana está en duda por primera vez desde que el hombre logró su ascendencia sobre la naturaleza no-humana, un miedo que la humanidad sintió durante parte del periodo paleolítico. Esta vez es la naturaleza humana la que amenaza  a la humanidad con la extinción. La recurrencia de esta antigua amenaza es un reto a  que todos los seres humanos subordinen sus tradicionales lealtades parroquiales a la lealtad a la humanidad misma.

En aras de salvar a la humanidad debemos aprender a vivir juntos en concordia a despecho de las diferencias tradicionales de religión, civilización, nacionalidad, clase y raza. Para poder vivir juntos en concordia exitosamente debemos conocernos unos a otros, y conocernos unos a otros implica conocer el pasado de los otros, ya que la vida humana, como el resto de los fenómenos del universo, se puede observar, tal como ésta se presenta a través del tiempo. Las fuerzas históricas pueden ser más explosivas que las bombas atómicas.  Para nuestro objetivo común y urgente de auto preservación no será suficiente explorar nuestra naturaleza humana común…..Debemos aprender a reconocer, tan pronto como sea posible, las diferentes configuraciones culturales en las cuales nuestra naturaleza humana común se ha expresado en la forma de diferentes religiones, civilizaciones y nacionalidades a través de las cuales la cultura humana ha venido a articular el curso de su historia.
Debemos, sin embargo, hacer algo más que solo entender y apreciar las herencias culturales de los demás.  Debemos valorarlas y amarlas como parte de un tesoro común de la humanidad… Sin el fuego del amor las peligrosas fisuras en las relaciones de la humanidad no podrán ser anuladas. El peligro, aun tan extremo como al que nos estamos enfrentando hoy, no es un estímulo suficiente para hacer que los hombres hagan lo necesario para su salvación. Es un estímulo pobre, porque es un estímulo negativo. Un cálculo a sangre fría de conveniencia no nos inspirará con el poder espiritual para salvarnos. Este poder vendrá solo de la búsqueda desinteresada de un objetivo positivo que venza el impulso de autodestrucción, y este objetivo positivo solo puede ser alcanzado por el  hombre a través del amor.”

(Arnold Toynbee. A study of history. The one volume edition. 1972. Oxford University Press. Pág. 46,47)