viernes, 19 de octubre de 2012

El Gran Arbitro

Por Alvin Reyes



Hace un tiempo que vengo escuchando comentaristas de futbol y de beisbol clamando a gritos que esos deportes deben hacer como el futbol americano de la NFL. Se dice que se debe legislar para introducir cámaras y dispositivos electrónicos que “eliminen” el error introducido por el ser humano.

Para sustentar sus peticiones alegan la famosa llamada del árbitro que le quitó el juego perfecto al pitcher venezolano Armando Galarraga en el caso del beisbol; en el caso del futbol se habla del gol fantasma y de la posición adelantada.

“Como es posible que en un mundo con tanta tecnología existan ortodoxos que se resistan a eliminar el error humano del juego”, los oigo alegar. Y yo me pregunto, no es acaso el arbitraje lo único humano que queda en el deporte?.

En unas disciplinas dominadas por las dictaduras del mercado donde ya no se habla del valor atlético de un jugador si no del valor como marca de Cristiano Ronaldo, donde los atletas logran su alto rendimiento con esteroides de última tecnología, el único factor de incertidumbre y de subjetividad y, por tanto, de humanidad, es el hombre de uniforme distinto  receptor de todas nuestras frustraciones deportivas.

El sueño de muchos sería un gran árbitro electrónico en una especie de domo central rodeado de sensores cámaras y escáneres y un micrófono para desde su atalaya tecnológica dictar sentencia, un árbitro infalible pues está dotado de la técnica e inmune a la estupidez y el error humano. El gran arbitro infalible. Desde esta torre un rayo magnético nos dirá si hubo posición adelantada o no, y entonces no miraremos con odio al hombre de la esquina que levanta su bandera y nos anula un gol y una jugada de gran sutileza técnica y no podremos decir “hijo de puta” porque el robot no tiene madre.

Que frio sería un juego de beisbol con nueve jugadores  en el terreno enfrentando un bateador y en el estadio una serie de altoparlantes que, activados por sensores y escáneres, cuando la bola pase por el plato se oirá una voz magnética que dirá “strike one”. Y todos aceptaran la decisión del juez electrónico y los managers y directores técnicos no protestaran y se perderá el disfrute del juego, si quitan los árbitros el juego será frio.

Algunos dirán, no exageres Alvin, solo se revisarán algunas jugadas que tengan dudas. Primero serán algunas jugadas, luego los que venden tecnología inventaran artilugios y desaparecerá el hombre que es el juez del juego y la sentencia la dictara la máquina y entonces no sabremos qué hacer con la frase: “Maldito arbitro! Coño!”.

miércoles, 3 de octubre de 2012

La revolución de los robots



Por Juan Pablo Ringelheim Artículo publicado en www.revista-artefacto.com.ar

Una lectura del libro La revolución de los robots. Investigaciones sobre el problema de la automatización, editado por Eudeba en 1961. La presente reseña se realizó para el catálogo que publicó la Biblioteca Nacional: Libros para todos. Colecciones de Eudeba bajo la gestión de Boris Spivacow (1958-1966). Ediciones Biblioteca Nacional, 2012.

En 1956 la Asociación de Académicos Socialdemócratas realizó en Munich una  serie de conferencias bajo el título “Revolución de los robots”. Los conferencistas daban por hecho que se estaba produciendo una creciente automatización de la economía y la administración en las naciones de Occidente que podría afectar la “libertad personal y humana”; por esto proponían lograr “mediante reflexiones y medidas oportunas, que la automatización se convierta en una bendición y no en una maldición para la humanidad”. Ante la amenaza robótica a la libertad individual se recurría a la reflexión y las medidas: la revolución debía ser conducida ética y políticamente, puesta en la dirección de las profundas necesidades humanas.

La amenaza a la libertad también se daba en la mecanización de la cultura. La conferencia de Alfred Weber, “La dominación del tiempo libre”, denunciaba la presencia de una maquinaria de entretenimiento tan peligrosa en sus consecuencias como la maquinaria de explotación capitalista. Es decir, tal vez y gracias a la robótica, los trabajadores verían reducido el tiempo de su jornada laboral, pero afuera de la fábrica los esperaría una maquinaria de entretenimiento que vulneraría su pensamiento, su sensibilidad y dignidad humana. El sensacionalismo de las revistas, los espectáculos deportivos masivos, las emisiones televisivas y el cine conformarían (y este es el punto más interesante) un sistema de excitación que volvería al hombre un “extraño de sí mismo”. ¿Cuáles son las medidas políticas que podrían revertir la exposición alienante al sistema de excitación?: medidas educativas que formen una juventud inmune a los efectos nocivos de la maquinaria de distracción.

En las conferencias puede encontrarse la idea de que existe una esencia humana basada en la libertad, la dignidad, la autodeterminación y la reflexión que puede ser avasallada por las máquinas, pero es recuperable. Es decir: el capitalismo puede pervertir la esencia humana, pero se puede revertir la alienación. Tal esperanza depositada en la política, la reflexión y la educación es propia de una definición del hombre denominada humanismo. Es característico también del humanismo concebir una humanidad que puede estar confundida de momento, que puede tomar las luces y sombras proyectadas en la pared de una caverna o de un cine como objetos reales, pero que siempre podrá ser iluminada por un libertador. Ese libertador puede encarnar en filósofo, político o maestro; y tiene siempre a mano una cortadora de cadenas.

En la actualidad los medios de producción de excitación se multiplicaron: al cine, la televisión y las revistas debería sumarse la computadora, Internet y los teléfonos celulares. La cantidad de datos, información, y otros estímulos son abrumadores hasta para los niños nacidos bajo el paradigma digital. Algunos sociólogos atribuyen ciertas psicopatologías, como el déficit de atención e hiperactividad en los niños, a la sobreexposición del cuerpo a los estímulos excitantes de las nuevas tecnologías. Pero las cosas han cambiado: el maestro podrá intentar liberar al niño como pretendía el humanismo, podrá aquietarlo mediante alguna lectura, pero según las estadísticas no son pocas las veces que recomendará medicarlo. La confianza en la desalienación parece reducida al simple control del síntoma físico mediante medicación.

La corriente de pensamiento que podría ubicarse bajo el término de posthumanismo ya no deposita esperanzas liberadoras en la reflexión, la política y la educación. Ya no confía en una esencia humana independiente de la  máquina, aunque tal vez alienada en ella de momento. Desde el posthumanismo hombre y máquina siempre han formado una unidad, sólo que quizás las máquinas actuales han llegado a un nivel de complejidad que obligarán al hombre a adaptar su cuerpo para lograr un nuevo salto evolutivo. En este proceso ya no interesará el político y el maestro, sino que el rol protagónico lo tendrá el genetista. Mediante la genética se hace urgente, desde esta perspectiva, acondicionar al cuerpo para que pueda asimilar la cantidad de información a la que se lo expone diariamente. Más que de libertad aquí se trata de adaptación al entorno informático, y es evidente la raíz evolucionista de este pensamiento. En cualquier caso, y desde el posthumanismo, estaríamos por librar una verdadera revolución no ya basada en la ilustración y la militancia, sino en la lectoescritura genética y la adaptación del viejo cuerpo humano a una nueva existencia como ciborg.