Alvin Reyes
Aníbal Barca (Qué en fenicio significa “Quien goza del favor de Baal”) lideró la que ha sido una de las acciones militares más audaces que se hayan concebido: una invasión terrestre a Italia a la cabeza de 90 000 hombres, 9 000 jinetes y 38 elefantes. Atravesó los Pirineos, cruzó y remontó el Ródano, siendo perseguido por Escipión (padre de Escipión El Africano) tomó una ruta improbable a través de los Alpes y llegó al norte de Italia. Al llegar su ejército se había reducido a 20 000 hombres y 6 000 jinetes…pero para mí es un misterio el por qué, después de derrotar a los romanos en Cannas (la más grande derrota de la historia de Roma hasta ese momento), nunca se decidió por el asalto final sobre Roma…
Las consecuencias para Roma de esta aventura de Aníbal y la Segunda Guerra Púnica son detalladas por el historiador francés Pierre Grimal en una manera que nos hace traer a esta época un paralelismo interesante.
De una manera casi automática uno tiende a comparar el auge y caída del Imperio Romano con el auge y (esperada) caída de EEUU. La comparación no es descabellada. Ambas naciones surgieron como republicas y luego las fuerzas de la historia las han transformado en imperios. Últimamente ha sido tema de debate esta comparación a la que me adhiero. Una de las más recientes que he leído puede verse aquí: ¿Se encuentra Estados Unidos en decadencia como lo estuvo la Antigua Roma?
Y es por eso que el párrafo de Grimal que reproduzco a continuación tiene significancia a la luz de estas comparaciones: “Sería demasiado simplista aducir que la maquina bélica aprestada contra Aníbal se encontraba a partir de este momento sin empleo, y que los romanos, por el ímpetu adquirido, quisieron llevar cada vez más lejos sus victorias. Porque aquella terrible maquina había sido concebida y organizada con vistas a la defensa frente a un agresor que llevaba la guerra a Italia; contra un ejército formado de auxiliares, mercenarios y aventureros de lodo origen, Roma había alzado en armas al pueblo romano junto con sus aliados, y no es fácil que una fuerza semejante pueda ser desviada de su primitiva misión al concluir su tarea. Sin embargo, es cierto que, en el curso de la lucha contra Aníbal, Roma había adquirido a un mismo tiempo el hábito terrible de guerrear y el no menos peligroso de vencer.”
Sin querer hacer una comparación forzada el párrafo de Grimal puede adaptarse fácilmente a la posición de los EEUU después de la Segunda Guerra Mundial: Una maquinaria bélica aceitada y victoriosa que no se ha detenido jamás.
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