martes, 31 de enero de 2012

Lewis Mumford y el mito de la Máquina


Por José Ardillo. Publicado en Revista Artefacto

La obra de Lewis Mumford es poco o mal conocida por estos lares. Algunos de sus libros más importantes fueron traducidos al castellano en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, pero hoy esas traducciones son casi inencontrables. Que sepamos, sólo Técnica y Civilización (1934) está hoy presente en catálogo dentro de España. Por todo ello, es una buena noticia que la editorial Pepitas de Calabaza haya asumido la casi titánica tarea de traducir y editar la obra magna de Mumford compuesta de dos volúmenes, El mito de la Máquina (1967 y 1970).

Dentro de la cultura occidental contemporánea, la obra de Mumford permanece todavía como un cuerpo de ideas de enorme valor para todo aquel que desee reflexionar en profundidad sobre el pasado y el porvenir de nuestra especie. Huyendo de las especializaciones al uso, Mumford construyó una obra de síntesis desde diferentes campos de estudio: urbanismo, literatura, historia, antropología, arte, política… Si sus libros se siguen leyendo todavía es porque Mumford se incluye en esa tradición crítica, entre erudita y moralista, que plantea una objeción constante al progresismo ciego heredado desde el nacimiento de la ciencia moderna. Al lado de los románticos, de autores como Thoreau, Morris, Kropotkin o Aldous Huxley, los libros de Mumford siguen actuando como acicate intelectual contra la religión tecnocrática, hoy más predominante que nunca.

A parte de ser un gran estudioso de las ciudades y de la arquitectura, Mumford se distinguió por ser uno de los primeros en analizar la tecnología como fenómeno global desde un punto de vista histórico. Es por eso que hoy su obra conserva toda su relevancia.

Desde que editara en los años treinta Técnica y Civilización, sus puntos de vista sobre la relación entre tecnología y sociedad evolucionaron. En esta obra, Mumford presentó su célebre división de épocas técnicas: período eotécnico, paleotécnico y neotécnico. El período eotécnico habría comenzado, para Mumford, alrededor del año 1000, prolongándose hasta los inicios de la Revolución Industrial. En esta dilatada franja histórica se desarrollaron muchas de las técnicas y utensilios que servirían de base a la industria moderna. También coincidió con el nacimiento de la ciencia como la entendemos hoy. Las formas de energía predominantes en este período serían el viento y el agua. El material principal, la madera. A esta fase seguiría la fase paleotécnica, al arrancar en el siglo XVIII la Revolución Industrial. Esta época estaría marcada por la explotación de la energía de vapor, por el sistema fabril y por la utilización masiva del carbón y de las nuevas formas de trabajar el hierro. Finalmente, la fase neotécnica se iniciaría en el siglo XX, con el desarrollo de nuevas formas de energía como la electricidad, maquinaria más sofisticada y nuevas aleaciones y materiales.

Aunque Mumford aconsejaría después utilizar esta caracterización de una manera flexible, sin atender una secuenciación lineal perfecta, dichos períodos sirven para acercarse a la visión que el autor tenía entonces de los límites y de las posibilidades de la tecnología. En conjunto, el libro presentaba un enfoque optimista que pretendía integrar los avances de la ciencia y la tecnología en un nuevo hábitat humano más equilibrado y armonioso. Una vez pasados, aparentemente, los efectos más inhumanos del industrialismo, se trataba para Mumford, de crear una sociedad descentralizada, regional, descongestionada, sirviéndose del flujo eléctrico como base energética, en un proyecto que se inspiraba tanto del biólogo Geddes, de Ebenezer Howard, el “padre” de la ciudad jardín, como de la utopía kropotkiniana.

Años después, Mumford volvería sobre esta obra, revisando, entre otras cosas, las expectativas optimistas puestas en los desarrollos tecnológicos. No obstante, en el prólogo a la redición de esta obra en 1963 escribía con orgullo:

Aunque los críticos contemporáneos caracterizaron apropiadamente Técnica y Civilización como una obra esperanzadora, me felicito ahora a mí mismo más bien por el hecho de que, incluso entonces antes de que las salvajes desmoralizaciones y proyecciones irracionales que han acompañado la captación de la energía nuclear amenazaran al mundo, llamé la atención acerca de las posibilidades regresivas de muchos de nuestros más esperanzadores adelantos técnicos: preví el lazo ominoso, como digo más adelante, entre el “autómata” y el “ello””.

Es obvio que los avances catastróficos de la sociedad industrial en todos los aspectos de la experiencia colectiva durante los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo volvieron a Mumford más precavido y sombrío con respecto a las promesas de la tecnología. En esos años, pudo ver como las ciudades se hacían más monstruosas, agresivas y sucias. La Segunda guerra mundial trajo el horror de los campos de exterminio y la bomba atómica. La sociedad capitalista perfeccionó sus instrumentos de dominación de masas y produjo una cultura dominada por el cinismo y la alienación. El trayecto espiritual que va de Técnica y Civilización al Mito de la Máquina marcará el derrumbe para Mumford de sus expectativas para crear ciudades armónicas y una cultura humana compatible con las necesidades de la naturaleza.

Para decirlo de alguna manera, El mito de la Máquina significa la maduración de ideas que Mumford venía gestando en su interior desde, al menos, los inicios de los años cincuenta. En una serie de conferencias que después se editarían con el título Arte y Técnica (1952), libro del que existe traducción al castellano, Mumford insistía sobre una idea que le era querida y que luego sería central en El mito de la Máquina: los hombres son, ante todo, creadores de símbolos e imágenes. Antes que la herramienta, la humanidad creó el ámbito de lo simbólico. En la danza, en el ritual, en la representación estética están los orígenes del utensilio. La sombra de Orfeo, con su arpa, crece ante la figura del Prometeo que enseñó el secreto del fuego a los hombres.

En la revisión crítica que Mumford hizo de Técnica y Civilización en 1959 y que se publicó en la revista Daedalus (Journal of the American Academy of Arts andSciences), insistió sobre esta idea que, de mil maneras, estaba ya implícita enTécnica y Civilización:

“Aparte de poner en común viejos hechos en una relación nueva, el principal valor de estos primeros capítulos [de Técnica y Civilización] fue el cambio en el punto de vista global, que consideraba la técnica como una parte integral de la civilización avanzada. Esto era bastante diferente de las consideraciones anteriores que hacían depender el desarrollo del hombre casi exclusivamente de su ser como animal que usa herramientas –y que aceptaban que le hubiera sido posible trascender las limitaciones de su entorno inmediato sin su más grande invención, el lenguaje y el simbolismo formal.”

En este artículo de 1959, también se apuntaba otra de las ideas centrales de El mito de la Máquina: la visión de la Megamáquina formada en el seno de los viejos imperios. ¿Por qué los arqueólogos no habían podido rescatar los vestigios de esta fabulosa máquina? Nos dice Mumford:

Lo que la hizo tanto tiempo invisible fue que sus partes constituyentes, que formaban el ejército de mano de obra o la falange sumeria, estaban compuestas de materia humana perecedera.”

En efecto, las gigantescas Máquinas de guerra y trabajo organizadas en Egipto y Mesopotamia estaban formadas por piezas humanas sustituibles. Las máquinas de trabajo, militar y burocrática se solapaban para dar lugar a la Megamáquina, estructura colosal dirigida por las élites despóticas que guardaban celosamente el conocimiento para utilizarlo como instrumento de dominación sobre pueblos enteros.

En El mito de la Máquina, sobre todo en el segundo volumen, El pentágono del Poder, Mumford libera todo su disgusto e inquietud ante las similitudes de las antiguas megamáquinas y la estructura de poder que maneja el timón en la moderna sociedad industrial. Escandalizado por la guerra de Vietnam y por la escalada atómica durante la “guerra fría”, Mumford denuncia el ignominioso poder que las castas científicas y militares han adquirido dentro de las naciones opulentas. Tentados por un oscuro e irracional deseo de asumir un mandato religioso, la comunidad científica se refugia en el secretismo más absoluto y mueve los hilos del gobierno del mundo.

Es tal vez este segundo volumen de El mito de la Máquina que podemos considerar como el libro más crítico y sombrío de Mumford. Incluso si en sus páginas finales deja entender que existe aún una salida para la sociedad industrial, a condición de que los individuos se liberen de la fe ciega en la ciencia y la tecnología. Mumford pide una conversión espiritual. Frente a la Megamáquina busca el camino ascético para resistir a los poderes. Igual que Hesiodo, Lao-Tzu o Thoreau, Mumford es uno de los sabios que se apartan, que aconsejan el retiro y la resistencia ante las escandalosas ambiciones de las élites en el poder.

En cierto modo, su libro es un llamado a la desobediencia, como escribe Donald L. Miller en su biografía sobre Mumford:

“(…) Mumford vuelve al retiro y a la conversión –los métodos siempre apreciados por sacerdotes y profetas. Históricamente, los movimientos revolucionarios que han tenido mayor éxito, argumenta, fueron aquellos iniciados por individuos y pequeños grupos que horadaban los márgenes del sistema de poder “rompiendo las rutinas y desafiando las regulaciones” Dicha estrategia de ataque no busca apoderarse del centro de poder sino alejarse de él y paralizarlo. En ese sentido Thoreau, no Marx, es el revolucionario más peligroso, pues Thoreau reconoció que la desobediencia es el primer paso hacia la autonomía.”

En El mito de la Máquina la élite científica es denunciada, en primer lugar, por haber reducido el ser humano y la realidad a objetos puramente cuantificables. En segundo lugar, por haber convertido su actividad en un campo de estudio especializado y cerrado a toda inquietud humana que no tenga una inmediata aplicación técnica. La ciencia ha reducido el mundo a fragmentos incomunicados, y después los mismos científicos se han encerrado en una actividad fragmentaria, separada del mundo. Han perdido toda responsabilidad sobre su trabajo y así no es raro que hayan contribuido a diseñar el sistema tecnológico que ahoga el planeta y la humanidad. Como leemos en su biografía: “ seguramente, Mumford señala en otro lugar, existe un Eichmann en cada base de misiles, preparado para obedecer órdenes, tan aterradoras como puedan llegar a ser.”

El mito de la Máquina deviene entonces el gran alegato contra el “complejo de poder” tecnocientífico y militar que pesa sobre el mundo. Y prevé la ascensión de la centralización informatizada del conocimiento como herramienta incontestable en la toma de decisiones. Para Mumford: “Dadas las tendencias actuales, no es improbable que las élites tecnocéntricas sean pronto substituidas por un gobernante supremo sin atributos o partes humanas, el último mandatario –la computadora central, el verdadero representante terrestre del dios sol” como señala Miller.

No es por ello extraño que en su momento Mumford desdeñara las proezas de la era espacial, y entrevistado por un periódico sobre la llegada de los primeros hombres a la Luna, respondiera simplemente: todo ese dinero gastado por un puñado de rocas sin interés…

Es evidente que los acontecimientos que se sucedieron durante la Segunda guerra mundial, y lo que vino después, radicalizaron los puntos de vista sobre la filosofía del progreso, la ciencia y la tecnología en la obra de Mumford. La lectura de los dos volúmenes de El mito de la Máquina, no obstante, invitan a algo más que al mero colapso en la desesperación: son también un canto esperanzador a lo que la cultura humana podría llegar a ser si se tomara en serio el combate por su libertad.

sábado, 28 de enero de 2012

Fantasmas en la máquina


Por Mariano Dorr. Publicado en Pagina 12

La mayoría de los libros de Lewis Mumford (1895-1990) están ya sin circulación en castellano, por eso estos Textos escogidos aparecen en la Colección Exhumaciones de Ediciones Godot. Con prólogo y selección de Daniel Mundo, tenemos la oportunidad de introducirnos en la obra del gran urbanista norteamericano. En Preparación cultural, Mumford reconstruye magistralmente la invención del reloj y la lenta división del tiempo, primero en algunos fragmentos (el monasterio y el campanario) hasta llegar a nuestro día de veinticuatro horas de sesenta minutos cada una. Las agujas, antes de dar vueltas, señalaban la eternidad apuntando hacia el cielo, en lo más alto de las iglesias. El orden de las horas llegó con la orden benedictina, y con la división del tiempo, la división del trabajo. El proyecto tecnocientífico de dominación de la naturaleza fue explicitado por René Descartes en su Discurso del método, en el siglo XVII, cuando escribió que “conociendo la fuerza y las acciones” de todos los cuerpos que nos rodean, podríamos “hacernos como dueños y poseedores de la naturaleza”. Es un texto que Lewis Mumford cita in extenso en su libro de 1934, Técnica y civilización. Antes de hacer una crítica al proyecto de dominación del planeta, Mumford observa que la motivación fundamental de los modernos consistía en “mejorar la condición del hombre”. Hoy sabemos que no se logró, que su éxito consiste todavía en la reproducción de la más escandalosa desigualdad a nivel mundial. Sin embargo, no desdeñamos el uso de nuevas tecnologías, al contrario. Menos sabios, menos hábiles que antes, nos adaptamos a la vida como podemos. En este contexto, leer a Lewis Mumford puede ser una invitación a recuperar eso que –desde que las máquinas tomaron un lugar equivocado en el curso de nuestras vidas– habíamos perdido: la iniciativa. Lejos de ponernos en contra de la máquina, Mumford nos devuelve al rincón humanista del nacimiento de la técnica.

En el prólogo, Daniel Mundo cita La ciudad en la historia, donde Mumford escribe: “Lo que define a una ciudad no es el número sino su arte, su cultura y su propósito político”. Es decir, no se trata de llevar la cuenta de los automóviles vendidos mes a mes, sino de observar su periplo cultural. En las horas cruciales que vive la ciudad de Buenos Aires hoy, con una Jefatura de Gobierno extraída del directorio de un grupo económico, las reflexiones de Mumford salpican frescura. Mundo, en una nota al pie a propósito de La carretera y la ciudad, escribe: “Las reflexiones ácidas que Mumford despliega sobre las planificaciones que se practican en las ciudades occidentales, y en particular las que se ejecutan en Nueva York, no pueden dejar de iluminar lo que se está produciendo en la Buenos Aires de principios de siglo XXI: la prosperidad económica aniquila la vida en común”.

Para Lewis Mumford, una ciudad no existe sólo como un montón de automóviles intentando llegar a destino, sino sobre todo a partir de las preocupaciones y el trabajo de los hombres. La ciudad debe ser pensada no a partir de los vaivenes de la industria automotriz y los fastuosos emprendimientos inmobiliarios sino a favor de los hombres y mujeres que la habitan y la recorren cada día.

Desmitificando la maquina


Por Alvin Reyes

Una máquina es un conjunto de piezas o elementos móviles y fijos cuyo funcionamiento posibilita aprovechar, dirigir, regular o transformar energía o realizar un trabajo con un fin determinado. Se denomina maquinaria (del latín machinarĭus) al conjunto de máquinas que se aplican para un mismo fin y al mecanismo que da movimiento a un dispositivo”. (De: Wikipedia).

Hemos colocado encima de este trabajo la definición de maquina tan solo por ilustrar pero de ahora en adelante cuando nos refiramos a maquina, tanto en este, como en los demás trabajos que serán posteados en este blog, nos estaremos refiriendo a un sistema automático e integrado de explotación dando del hombre como de la naturaleza. La explotación del hombre por la maquina va mas allá del sentido Marxista del termino.

Que me propongo en este nuevo proyecto en el que me embarco?. Dos cosas puntuales:

Numero uno difundir y ayudar a comprender el pensamiento del último gran humanista del siglo XX: Lewis Mumford.

Segundo demostrar que el actual sistema de tecnología, mercado y guerra nos esta conduciendo a la aniquilación como raza y que debemos reorientar los esfuerzos del conocimiento humano en el desarrollo de tecnologías mas acordes con el ser humano y en la eliminación de las armas de destrucción masiva que están poniendo en peligro la humanidad.

Lewis Mumford

Para empezar a entender el pensamiento de Mumford vamos a transcribir algunos datos autobiográficos con la ayuda de Wikipedia:

Lewis Mumford (Flushing, Queens, ciudad de Nueva York, 19 de octubre de 1895 - 26 de enero de 1990,Amenia, estado de Nueva York). Sociólogo, historiador, filósofo de la tecnociencia, filólogo y urbanista estadounidense. Se ocupó sobre todo, con una visión histórica y regionalista, de la técnica, la ciudad y el territorio. Destacan en particular sus análisis sobre utopía y ciudad Jardín. Sin embargo, sus obras más impactantes pertenecen a un género interdisciplinar y erudito realmente único en el siglo XX, dónde se dan cita ciencia, tecnología, religión, psicología (psicoanálisis en particular), arte, antropología, estética o biología entre otras. Esto es especialmente evidente en su gran obra final, El mito de la máquina, quizás la última gran obra humanista y totalista del siglo XX”

“No en vano, Lewis Mumford ha sido tildado de "último humanista del siglo XX" y "erudito entre los eruditos", si bien su humanismo forma parte de una intensa crítica y renovación de un término que él mismo consideraba caduco en el siglo XX. Curiosamente, y pese a las admiraciones que suscitó en vida por parte de artistas, políticos, intelectuales, poetas o psicoanalistas, hoy es un autor bastante olvidado. Él mismo advirtió que su obra sería relegada al olvido porque causaría humillación y malestar a todo aquél hiperespecialista que intentara leer cualquiera de sus libros o artículos. Tan sólo en ciertos círculos de estudiosos de la arquitectura y el urbanismo sigue siendo obligatorio el conocimiento de este autor.” (http://es.wikipedia.org/wiki/Lewis_Mumford).

Pasamos ahora a transcribir parte del prólogo de la obra “Lewis Mumford textos escogidos. Prólogo y selección Daniel Mundo Ediciones Godot Colección Exhumaciones”:

“Tradicionalmente la técnica fue concebida como un apéndice del hombre que venía a subsanar sus falencias congénitas o a aminorar sus imposibilidades naturales: a diferencia de todo el reino animal los hombres debemos inventar un mundo artificial para poder vivir. La técnica y la lengua son los dispositivos que permiten tal construcción. Para un pensamiento centrado en la grandeza del hombre, en la exaltación de sus cualidades incomparables (la solidaridad, la generosidad, la valentía, la duda existencial, la comprensión y la interpretación de lo vivido, etc.), no es descabellado pensar a la técnica como un instrumento a su servicio, que de un modo racional y ético éste gobierna para su propio beneficio y engrandecimiento. Ahora bien, la hora de este tipo de pensamiento y de esa manera de concebir a la técnica parece llegar a su fin. La obra de Lewis Mumford encarna el esfuerzo agónico por retardarlo.

La tarea que se propuso era titánica. Es verdad, sin embargo, que la generación a la que perteneció Mumford fue la última para la que este tipo de pensamiento aún guardaba sentido. Mumford nació en Queens en 1895, vivió toda su vida en New York —capital del siglo XX— y murió en 1990. Cuando el pensamiento sobre la técnica comenzó a transformarse, es decir, cuando la injerencia de la técnica empezó a tener una preeminencia por sobre los valores humanos, Mumford ya era un hombre formado. Aunque sus obras fueron de las mejores radiografías que se le hicieron, no iba a poder aceptar el creciente dominio que la técnica ejercería sobre los deseos y pasiones del ser humano. Que él abogara en defensa del hombre, que él aún creyera que “la técnica es neutral” y que depende del uso que se haga de ella la positividad o negatividad de sus efectos2, que siguiera planteando la necesidad de darle fines y valores humanos a los inventos técnicos, para no mencionar sus propuestas utópicas o superadoras, da cuenta de lo que cambió el mundo, el pensamiento y la técnica en los últimos cincuenta años. Como casi siempre, y en el caso de Mumford también, las respuestas son mucho menos iluminadoras que las preguntas de las que partieron. Por ejemplo: buena parte de su obra está dedicada a historiar y pensar la relación entre la técnica y la cultura y la formación del ser humano, con el objetivo consciente o inconsciente de desnudar el mito que defiende la neutralidad de la técnica. Es su humanismo empedernido el que no lo deja aceptar del todo la sumisión que sufre el hombre al aparato que él mismo creó. Su análisis de la sociedad moderna a más de setenta años sigue evidenciando, sin que debamos ser especialistas para verlo, el indeclinable proceso en el que aún nosotros hemos sido moldeados. Su propuesta para revertir este proceso y devolverle al hombre los principios orgánicos de los que nunca debió alejarse, si bien fueron efectivos en su vida —pues sin duda Mumford vivió de acuerdo a ellos—, hoy suenan a impostura bien pensante. Son doblemente ineficaces: dejan al crítico cultural con el regocijo de haber hecho bien la tarea, sin necesidad de intervenir en la realidad. ¡Cómo no vamos a defender sus consignas inclaudicables: “Si hemos de salvarnos de la amenazadora catástrofe de las funciones técnicas, debemos restablecer la primacía de la persona humana”!

Antes de dar por iniciado este blog quiero aclarar que no somos de ninguna manera anti tecnología en el sentido Ludista (1). Fuéramos muy tontos en negar los aportes de la ciencia y la tecnología. De lo que si somos contarios de un sistema que ha dejado de tener al hombre como eje y que le da más importancia a las cantidades, la estandarización, los mercados y la priorización del crecimiento económico infinita en un planeta de recursos limitados. Nos oponemos a demás a que en aras de mantener la maquina en funcionamiento diariamente se nos creen necesidades artificiales de cosas que realmente no necesitamos.

En el siguiente post ampliaremos los planteamientos de Mumford sobre la maquina.

Obras principales de Lewis Mumford

§ The Story of Utopias (1922)

§ Sticks and Stones (1924)

§ The Golden Day (1926)

§ Herman Melville: A Study of His Life and Vision (1929)

§ The Brown Decades: A Study of the Arts in America, 1865-1895 (1931)

§ Serie "Renewal of Life"

§ Technics and Civilization (1934)

§ The Culture of Cities (1938)

§ The Condition of Man (1944)

§ The Conduct of Life (1951)

§ Art and Technics (1952)

§ Values for Survival (1946)

§ The Transformations of Man (1956)

§ The City in History (1961)

§ The Highway and the City (1963)

§ The Myth of the Machine (2 volúmenes)

§ Technics and Human Development (1967)

§ The Pentagon of Power (1970)

§ The Urban Prospect (1968)

§ My Work and Days: A Personal Chronicle (1979)

§ Sketches from Life: The Autobiography of Lewis Mumford (1982)

§ The Lewis Mumford Reader, edit. por Donald L. Miller, (1986)

(http://es.wikipedia.org/wiki/Lewis_Mumford)

(1) El ludismo (luddism, en inglés) fue un movimiento obrero que adquirió auge en Inglaterra a partir del odio hacia las máquinas. Sus seguidores se llamaban ludistas o luditas (luddites en inglés), nombre que tomaron del semilegendario líder del movimiento, Ned Ludd, que fue el primero en romper un telar como protesta. El ludismo representaba las protestas de los obreros contra las industrias por los despidos y los bajos salarios ocasionados por la introducción de las máquinas. Estas revueltas eran desorganizadas y los obreros atentaban contra las máquinas destruyéndolas. (http://es.wikipedia.org/wiki/Ludismo)