jueves, 19 de julio de 2012

Humanos y humanidad

Por Fander Falconí. Publicado en El Telegrafo 


Hay ciertos humanos que no entienden que pertenecen a un conjunto mayor: la humanidad. Y se desentienden de los graves problemas que nos competen a todos como especie.

Los afamados ecólogos Paul Ehrlich y John Holdren, en los años setenta del siglo pasado, evidenciaron el rol preponderante de la población, el consumo y la tecnología en el impacto ambiental planetario. Señalaron que todo impacto en el ambiente es directamente proporcional a la población, al consumo per cápita y a la tecnología.

Su trabajo complementa la aproximación de la “capacidad de carga”, en tanto que nos permite adentrarnos en la escala de la problemática: pueden haber países con bajo consumo de recursos y energía por habitante, pero con poblaciones altas (por ejemplo China, India, Indonesia, Pakistán, Brasil), que provocan un impacto ambiental poderoso. Por el contrario, hay países con poblaciones moderadas, pero con elevados consumos (verbigracia: los países europeos) que también provocan impactos fuertes.

La tecnología, la ciencia e innovación son, sin duda, esenciales. Sin embargo, hay que reconocer las limitaciones del desarrollo tecnológico. Somos más de 7 mil millones de personas en el planeta. La mayoría de personas es pobre, y hay muy pocos ricos. En un planeta así, la enunciación del impacto ambiental de Ehrlich y Holdren se potencia. Entonces, hay que poner límites a la apropiación de la “capacidad de carga” por parte de las poblaciones ricas.

Esta cantidad enorme de energía que demandamos ahora nos domina. Recuperemos a Hegel y a su idea de la alienación: ningún producto emanado de lo humano debería dominar sobre él. Tenemos que poner la tecnología al servicio del ser humano, y no al revés. Este es nuestro gran reto.

Nuestra filosofía y la que anima la idea del Buen Vivir es justamente la que nos permitirá “desalinearnos”, volver a construir un reino en el que predomine lo humano y la evolución conjunta con la naturaleza por sobre la riqueza, entendida solo como capital. La riqueza real implica una concepción más amplia que la que se le da en la economía tradicional. Es, por sobre todo, la relación del ser humano con la naturaleza.

Lévi Strauss decía, en su reflexión acerca del pensamiento primitivo: “La humanidad ha pensado siempre bien sin que importen los objetos de su conocimiento”. Esta característica, propia de nuestra especie, ha de ayudarnos -por todo lo dicho- a encontrar las mejores salidas para resolver los graves problemas demográficos que hoy nos acosan, entre ellos la movilidad interna y externa, el envejecimiento (y los derechos de las personas mayores), la discriminación a los pueblos indígenas y poblaciones afrodescendientes.

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