Hay ciertos humanos que no entienden que pertenecen a un conjunto
mayor: la humanidad. Y se desentienden de los graves problemas que nos
competen a todos como especie.
Los afamados ecólogos Paul Ehrlich y John Holdren, en los años
setenta del siglo pasado, evidenciaron el rol preponderante de la
población, el consumo y la tecnología en el impacto ambiental
planetario. Señalaron que todo impacto en el ambiente es directamente
proporcional a la población, al consumo per cápita y a la tecnología.
Su trabajo complementa la aproximación de la “capacidad de carga”, en
tanto que nos permite adentrarnos en la escala de la problemática:
pueden haber países con bajo consumo de recursos y energía por
habitante, pero con poblaciones altas (por ejemplo China, India,
Indonesia, Pakistán, Brasil), que provocan un impacto ambiental
poderoso. Por el contrario, hay países con poblaciones moderadas, pero
con elevados consumos (verbigracia: los países europeos) que también
provocan impactos fuertes.
La tecnología, la ciencia e innovación son, sin duda, esenciales. Sin
embargo, hay que reconocer las limitaciones del desarrollo tecnológico.
Somos más de 7 mil millones de personas en el planeta. La mayoría de
personas es pobre, y hay muy pocos ricos. En un planeta así, la
enunciación del impacto ambiental de Ehrlich y Holdren se potencia.
Entonces, hay que poner límites a la apropiación de la “capacidad de
carga” por parte de las poblaciones ricas.
Esta cantidad enorme de energía que demandamos ahora nos domina.
Recuperemos a Hegel y a su idea de la alienación: ningún producto
emanado de lo humano debería dominar sobre él. Tenemos que poner la
tecnología al servicio del ser humano, y no al revés. Este es nuestro
gran reto.
Nuestra filosofía y la que anima la idea del Buen Vivir es justamente
la que nos permitirá “desalinearnos”, volver a construir un reino en el
que predomine lo humano y la evolución conjunta con la naturaleza por
sobre la riqueza, entendida solo como capital. La riqueza real implica
una concepción más amplia que la que se le da en la economía
tradicional. Es, por sobre todo, la relación del ser humano con la
naturaleza.
Lévi Strauss decía, en su reflexión acerca del pensamiento primitivo:
“La humanidad ha pensado siempre bien sin que importen los objetos de
su conocimiento”. Esta característica, propia de nuestra especie, ha de
ayudarnos -por todo lo dicho- a encontrar las mejores salidas para
resolver los graves problemas demográficos que hoy nos acosan, entre
ellos la movilidad interna y externa, el envejecimiento (y los derechos
de las personas mayores), la discriminación a los pueblos indígenas y
poblaciones afrodescendientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario