La fantasía masculina de una muñeca sexual culmina en el fembot hiperreal, capaz de emular la perfección física y de complacer todos los deseos; sin embargo, ¿hasta que punto pueden los robots verdaderamente sustituir el erotismo humano y su energía vital?.
Aunque el sexo es vital no sólo para la
reproducción del ser humano sino para su más elemental salud física,
mental y hasta espiritual (el cuerpo es el portal), este grial social no
está reservado para todos los seres humanos. Ciertamente no el sexo que
vemos publicitado en los medios (con supermodelos y atletas, con
fabulosos desempeños) y tampoco, en gran medida por esta misma
ofuscación e inundación, el sexo de las tradiciones místicas, el puerto
de acceso a lo divino. Sin embargo, el ser humano puede considerarse
afortunado: son muchas las especies animales (dentro de ellas
especialmente los machos) que, aunque viven prácticamente solo para
aparearse, jamás lo consiguen. Copular, el impulso primario de
sobrevivencia y expansión, es a la vez un privilegio energético de los
más aptos.
El hombre se las arregla para tener sexo
–obligado no sólo por el cuerpo, también por la mente colectiva. Si
bien este sexo puede estar lejos de la espiritualidad y el romanticismo
(del tantra y de la poesía), existe toda una gama de posibilidades y una
industria mulifacética que ayudan al hombre a conseguir su cometido
bioexistencial –todo lo demás en ocasiones parece incierto: solo es real
el sexo y la muerte, parafraseando a Woody Allen. Esta industria
sexual parece encaminarse a la tecnosexualidad, más allá “del rubor
helado” de las prostitutas: el confort eléctrico de los robots. Ya
hemos visto que se acerca “la era dorada del vibrador”:
mujeres que no consiguen tener sexo o que no logran tener orgasmos con
un hombre se refocilan en falos electrónicos de irresitible diseño. En
el caso del hombre, lo que impera es la muñeca inflable, dando paso al
fembot: robots hiperreales que se acercan cada vez a emular la sensación
“calientita” de una vagina y un cuerpo femenino”real” y a los
paradigmas de la belleza ideal.
En un intersantísimo nuevo documental, The Mechancial Bride (La Novia Mecánica), Allison de Fren explora la extraña relación entre el ser humano y sus acompañantes artificiales, desde Metropolis a Battlestar Galactica
y los más actuales robots de amor. De Fren toma el título prestado del
homónimo libro de Marshall McLuhan, en el que el brillante crítico
estudia “la interfusión cultural del sexo y la tecnología en las
estrategias de publicidad de su época”.
La mirada femenina de de Fren analiza la
mirada masculina que se posa y pervierte el cuerpo de la mujer. “La
mujer ideal de la publicidad es un cuerpo fragmentado con partes
reemplazables, cuyo origin es la línea de ensamble del capitalismo
consumista. La Muñeca Real [Muñeca sexual hiperrealista] es la
culminación de esta lógica. Esta ordenada de la misma forma que un auto,
con detalles personalizados incluyendo cabeza, tipo de cuerpo, cabello,
color de ojos, tamaño de senos y labios”. McLuhan había dicho:
”¿Notaste los cuerpos de Modelo-T de las mujeres en la película retro
de 1930 ayer en la noche?”.
“En su libro Love and Sex With Robots,
David Levy, predice que dentro de medio siglo, la intimidad sexual
entre humanos y sus acompañantes robóticos serán tan común que la
sociedad tendrá que resolver cuestiones como la prostitución de robots y
el matrimonio entre robots y humanos. Muñecos de Anime y fantasía, los
cuales han sido populares en Japón por un buen rato, se están
popularizando en Estados Unidos, donde las mujeres y las muñecas se
empiezan a parecer”, escribe De Fren.
Si bien a muchos este liga erótica entre
hombre y bot les podría parecer el máximo signo de decadencia humana y
de enajenación tecnológica, para otros los robots son seres que aunque
inorgánico podrían tener un alma, una conciencia. Esto se vería
potenciado por la llegada de la inteligencia artificial: la fantasía de
un tecnosueño americano de sofa: un robot que no sólo tenga el cuerpo de
una modelo de Victoria’s Secret, sino que te diga “mi amor” en 200
idiomas y tenga el carácter más dulce (aunque se le pueda programar un
poco de S&M). El sexo de la élite a través de circuitos para los
socialmente discapacitados.
Algunos analistas sugieren que las
relaciones sexuales entre robots y humanos no proliferarán ya que existe
un intangible, un no sé que de espiritual, de animista, que
difícilmente podrán obtener los robots. ¿Pero los clones? Aunque claro
los clones tendrán libre albedrío y no podrían ser esclavizados; pero se
podrían crear ciertamente híbridos. Seres de carne y hueso con sistemas
operativos cibernéticos que puedan ser empleados para todo tipo de
tareas y fantasías. ¿Patético? Probablemente. Al mismo tiempo el avance
de la neurociencia podría hacer posible tener relaciones sexuales
virtuales y telepáticas: por lo que el hardware podría salir sobrando.
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