CARLOS RISCO Publicado originalmente en el pais
Reproducido sin permiso...
Aiko
Chihira es una chica ciborg, un androide creado por Toshiba, y, además, es
el robot más realista creado hasta la fecha. Obsesivamente humanoide, tiene el
aspecto de una hermosa mujer oriental a la que han dotado de una delicada
timidez y de una personalidad gestual claramente subyugada al humano que
interactúa con ella. Toshiba no lo dice, pero tal vez Aiko Chihira encarne al precedente de robot sexual
del futuro. En el Japón de hoy en día, las muñecas sexuales hiperrealistas son
un negocio creciente (para hacerse una idea, no hay más que pasearse por las
webs de Real Doll, Orient Industry o KanojoToys).
Ante el avance brutal de la robótica,
reputados terapeutas sexuales
como Ian Kerner han llegado a sugerir el empleo de robots sexuales “para ayudar
a los seres humanos a superar traumas”. Como en el argumento la serie sueca Real
humans o en Her, el
futuro asocia inevitablemente la unión de humanos y robots bajo el todopoderoso
sexo. Hombres y máquinas son un binomio inseparable, como ya lo son el coche o
el smartphone.
El sexo era un
paso predecible en la distopía presente. Aunque ya sea como tratamiento
terapéutico o puro onanismo de calidad, voces como las del experto en
Inteligencia Artificial Gareth Price han lanzado su grito al cielo,
argumentando que, toda una generación crecida con juguetes sexuales inteligentes que aprenden sus preferencias “podría
terminar con el contacto de esas personas con otros seres humanos”.
Erotismo
de unos y ceros
Hace 40 años, Woody Allen
planteaba en The sleeper (El dormilón), una sociedad distópica futura donde la vida sexual se
ejercía en el Orgasmatron, un artefacto de alta tecnología donde los humanos
alcanzaban el orgasmo en apenas unos segundos; y el ser humano contemporáneo,
para algunos, va por el mismo camino. Aquel armario del placer, como la máquina
del exceso de Barbarella, simbolizan el culmen erótico de una
civilización hipertecnológica.
Entre los gadgets para la comunicación a distancia del sexo cibernético, un nuevo erotismo se despliega en una infinidad de formas ante un consumidor equipado con unas gafas de realidad virtual. La clave de toda experiencia estriba en los nuevos modelos como las gafas de Oculus Rift, las HTC Vive o las PlayStation VR.
Estas gafas, provistas de
sensores de proximidad, acelerómetros, giroscopios, sensores geomagnéticos y
dotadas de contenidos en percepción periférica, trasladan, directamente, a un
convincente universo virtual. Así, como un videojuego en el que el usuario es
protagonista, preparado para vivir en un universo virtual al que accede a
través de experiencias 360º absolutamente inmersivas, donde el humano penetra
en la realidad que prepara la máquina. Esta interactividad comienza a migrar
desde los videojuegos hasta el sexo a la carta, que se aprovecha de imágenes
reales en las que el espectador pasa a ser protagonista de la escena.
Del dildo a la 'app'
En la era del sexo
digital, donde todo se cuantifica, se mide y se controla en aras del sacrosanto
rendimiento, vibradores y apps cronometran los combates sexuales y
proponen posiciones para hacer el amor, comenzando por OhMiBod, el dildo que vibra al compás de la música
de un iPod y siete programas de vibración al servicio
del usuario. Aunque no todo es recreación, también hay aprendizaje: algunas apps como Lick your Phone miden la eficacia de
un culiningus a base de lametadas en la pantalla del iPhone, mientras HappyPlayTime promete a las
mujeres jóvenes descubrir sus propios cuerpos con ejercicios y propuestas desde
la pantalla táctil.
Por su lado, fruto de una exitosa campaña de crowdfunding, la startup Hum ofrece el producto más avanzado del momento: un consolador digital que reacciona y responde a las presiones ejercidas por los sensores ultrasensibles del dispositivo. Lo que está claro es que el sexo se digitaliza, como cualquier aspecto de la vida analógica. Hasta multinacionales de electrónica como Philips tienen en su catalogo masajeadores eróticos para parejas.
La doctora Helen Driscoll, de la Universidad de Sunderland, asegura que la robótica desempeñará un papel cada vez más importante en el mercado de la sexualidad. Algunos van más allá, como David Levy, de la Universidad de Maastricht, que sostiene que las relaciones sexuales entre los seres humanos y los robots serán inevitables.
Ya no sólo
ligaremos a través del móvil, sino que las relaciones virtuales están a la
vuelta de la esquina. Dispositivos como el Cyberith Virtualizer, un simulador de realidad virtual
enmarcan la nueva frontera donde el armario de orgasmos de Allen es ya una
realidad. Aunque Google haya capado a
sus gafas de realidad virtual para el acceso a contenidos sexuales, muchos se
esperan una avalancha de contenido pornográfico en ese mundo recreado, hacia
donde parece ir la industria del cine erótico.
Y, sí, la
electrónica se viene con nosotros a la cama. Sea con el contacto con robots
humanoides o mediante el sexo remoto a través de dispositivos electrónicos,
como Klic-Klic, un gadget de comunicación sexual a distancia
desarrollado en Cataluña con aspecto dildo y dotado de una cavidad con depósito
de líquidos en uno de sus extremos.
Klic-Klic permite
la conexión entre dos aparatos por Internet o Bluetooth, devolviendo las
sensaciones a su usuario según el grado de intensidad de sus estímulos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario