domingo, 7 de junio de 2020

La muerte de la ciencia


Por Alvin Reyes

Al día de escribir estas líneas los contagios del COVID 19 eran más de 6 millones y las muertes rondan las 390 000, a esas víctimas mortales de la enfermedad se le debe sumar otra, aun más importante: la ciencia.

Si, decreto la muerte de la ciencia; es que estaba muerta hace tiempo lo que pasa es que el cadáver ahora es que empieza a heder.

La base de la ciencia es la filosofía, la búsqueda de los fenómenos y las causas que los producen. Observamos algo, un hecho tangible que ocurre; Galileo enseñó un método para elaborar una serie de patrones hasta llegar a establecer una verdad objetiva. Luego vino la matemática de Newton, los descubrimientos de Faraday, las ecuaciones de Maxwell, la física de Planck, la mecánica cuántica de mi admirado Schrödinger. Seres humanos que aparte de científicos eran tambien filósofos. Buscaban la explicación del mundo, de la naturaleza, del universo. A medida que avanzaban, sus descubrimientos cientificos se fueron transformando, via la tecnología en aplicaciones prácticas que mejoraron la vida diaria.

Sin muchos detalles y sin investigación me sospecho que la enfermedad que llevó a la ciencia a la muerte se inició con el proyecto Manhattan. EEUU encerró un grupo de científicos en un desierto y les dio un plazo para hacer una bomba de violencia cósmica (El término es de Henry Adams). Ahí no hubo investigación científica,  la ciencia se puso al servicio de la política, de la guerra y de los generales. Desde entonces los científicos dejaron de ser hombres de ciencia para convertirse en empleados del Complejo Militar Industrial. Esto no desmiente otra verdad: la guerra siempre ha sido un factor que incentiva, desata y libera fuerzas intelectuales necesarias para que un bando trate de imponer su superioridad en el conflicto. Al margen de esta realidad, los filosofos y hombres de ciencia continuaban reflexionando, estudiando e investigando con la mayor libertad y no por encargo de corporaciones ni estructuras de poder.

Luego las corporaciones siguieron el mismo patrón. Contrataron científicos y les dijeron, entre otras cosas, “No me investiguen nada, hagan un procesador más rápido que el de la competencia o más rápido que el nuestro propio.” “olvídense de la filosofía quiero un celular que tenga más memoria, pantalla táctil, reconocimiento facial, etc.”. “No más desarrollo de medicamentos que curen enfermedades, necesitamos  medicamentos que hagan los pacientes dependientes el resto de su vida”. (Esta última me la dijeron a mí mismo)  No queremos productos que duren para toda la vida sino que sean perecederos. Ahí está el negocio.

La muerte de la ciencia es tan evidente que los científicos no han hablado durante la pandemia. Los Trump, los Putin, los Bolsonaro, el jefe de la OMS y otros que más parecen o son políticos que hombres de ciencia. Todos hablando sandeces, dando palos a ciegas. Que si el calor hará que el virus muera en junio, se publicó un trabajo negando lo efectos de la hidroxicloroquina y luego el trabajo se retiró por no haber pasado por las revisiones científicas establecidas, que si el virus mutará dentro de unos meses, que si el aplanamiento de la curva (como si ella sola se fuera a aplanar por si misma). La verdad es que no saben nada. Ah, perdón, algo saben, nos han metido mascarillas, guantes y otros insumos de protección y nos han llenado de miedo y han jodido hasta su propia economía.

Esta pandemia ha demostrado que nos gobiernan los tipos listos, no los inteligentes los ambiciosos, no los sabios y los que una vez fueron científicos y filósofos son ahora empleados del gobierno y de  las corporaciones. Ya no orientan ni son referente, obedecen y se someten al poder in cuestionar su legitimidad ni la causa que sirven: no tienen voz ni voto, solo les importa un cheque grande a fin de año.

El Señor de los cristianos nos agarre confesados.

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