Estamos viviendo de verdad
tiempos inciertos. Hace apenas una semana estuvimos al borde de la guerra. Una amenaza
que aún no se ha disipado del todo porque los objetivos que se persiguen
en la misma todavía están sobre la mesa
de los poderes facticos de la tierra. Una vez más, como a lo largo de la
historia, los beligerantes acusan a sus
adversarios de las atrocidades que cada uno de ellos en mayor o menor medida también
está dispuesto o, incluso, ya ha cometido.
Un rasgo común en todos estos
conflictos es que se recurren a expedientes antiquísimos, pugnas centenarias,
viejas rencillas sin resolver como en el caso de los Balcanes o el conflicto árabe
israelí. En ese sentido queremos traducir unos párrafos de “A study of history”
de Arnold Toynbee porque creemos que se adapta perfectamente a estos tiempos
aciagos donde “bombas de violencia cósmica”
amenazan a la humanidad.
“Los mismos avances científicos y tecnológicos sin precedentes que han
unificado el mundo “aniquilando la distancia” le han dado a la humanidad el
poder de aniquilarse a si misma por medio de una guerra con armas atómicas. Nos
estamos despertando de pronto a una realidad en la que nos hemos colocado
inintencionadamente frente a la elección de dos alternativas extremas, cometer
genocidio o aprender a vivir de aquí en adelante como una sola familia. La supervivencia
de la raza humana está en duda por primera vez desde que el hombre logró su
ascendencia sobre la naturaleza no-humana, un miedo que la humanidad sintió durante
parte del periodo paleolítico. Esta vez es la naturaleza humana la que
amenaza a la humanidad con la extinción.
La recurrencia de esta antigua amenaza es un reto a que todos los seres humanos subordinen sus tradicionales
lealtades parroquiales a la lealtad a la humanidad misma.
En aras de salvar a la humanidad debemos aprender a vivir juntos en
concordia a despecho de las diferencias tradicionales de religión,
civilización, nacionalidad, clase y raza. Para poder vivir juntos en concordia
exitosamente debemos conocernos unos a otros, y conocernos unos a otros implica
conocer el pasado de los otros, ya que la vida humana, como el resto de los fenómenos del
universo, se puede observar, tal como ésta se presenta a través del tiempo. Las fuerzas
históricas pueden ser más explosivas que las bombas atómicas. Para nuestro objetivo común y urgente de auto
preservación no será suficiente explorar nuestra naturaleza humana común…..Debemos
aprender a reconocer, tan pronto como sea posible, las diferentes
configuraciones culturales en las cuales nuestra naturaleza humana común se ha
expresado en la forma de diferentes religiones, civilizaciones y nacionalidades
a través de las cuales la cultura humana ha venido a articular el curso de su
historia.
Debemos, sin embargo, hacer algo más que
solo entender y apreciar las herencias culturales de los demás. Debemos valorarlas y amarlas como parte de un
tesoro común de la humanidad… Sin el fuego del amor las peligrosas fisuras en
las relaciones de la humanidad no podrán ser anuladas. El peligro, aun tan
extremo como al que nos estamos enfrentando hoy, no es un estímulo suficiente
para hacer que los hombres hagan lo necesario para su salvación. Es un estímulo
pobre, porque es un estímulo negativo. Un cálculo a sangre fría de conveniencia
no nos inspirará con el poder espiritual para salvarnos. Este poder vendrá solo
de la búsqueda desinteresada de un objetivo positivo que venza el impulso de
autodestrucción, y este objetivo positivo solo puede ser alcanzado por el hombre a través del amor.”
(Arnold Toynbee. A
study of history. The one volume edition. 1972. Oxford University Press. Pág. 46,47)
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