Alvin Reyes
“La energía total del Universo es una constante,
la entropía aumenta hacia un máximo “
Rudolf Julius
Emmanuel Clausius
La
sociedad occidental moderna vive bajo un mito y todas las acciones de los
gobiernos de esos pueblos están dirigidas a mantener ese mito vigente. El mito
del progreso esta tan arraigado en la mentalidad occidental que dudo mucho que
la mayoría de los lectores continúen después de esta línea.
En
esta etapa de la historia en que nos encontramos el hombre ya ha conquistado
todos los lugares del planeta e incluso ya se lanzó al espacio, hemos
desarrollado tecnologías y avances económicos, que en termino de riquezas
individuales hacen palidecer a las cortes de Europa de antes de la revolución
francesa. Por todo el mundo occidental se levantan enormes edificios en ciudades que compiten con el esplendor de
la antigua Hampi, La Ciudad de la Victoria, durante el Imperio Vijayanagara en
la india, aunque ya no se construyen templos como los de Raja Raja, hoy se construyen los templos de consumo donde los
ciudadanos acuden a adorar los nuevos dioses de la moda, mecánica y la
electrónica.
Y esto para muchas personas está bien
claro acaso ¿No se desarrollan cada vez nuevas tecnologías que ahorran tiempo y
abaratan costos?, ¿No salen al mercado cada día nuevos medicamentos,
impensables, hace unas décadas, para prolongar la vida de los seres humanos? Y
los automóviles de hoy, ¿acaso son comparables a los automóviles que cruzan las
calles hoy con los de hace treinta años, no digamos ya con los coches a
caballo? Entonces ¿de dónde salimos nosotros con la idea de que el progreso es
un mito?.
El problema con el estado actual de la
economía es que se nos ha vendido la idea de que el progreso es lineal,
indetenible e inacabable. Tarde o
temprano una sociedad que haga las cosas de manera “correcta” transitara por la senda del progreso y lo hará indefinidamente
para felicidad de todos los ciudadanos. Pero nosotros tenemos un problema con
este planteamiento.
El mundo orgánico nos enseña que la naturaleza tiene sus leyes muy definidas y que nosotros, en cuanto
humanos, estamos sometidos inexorablemente a esas leyes. Y uno de los problemas
con el proceso y el crecimiento económico infinito, para felicidad de toda la
humanidad, es que se ha olvidado de las lecciones del mundo orgánico y de la
naturaleza. Así nos dice Lewis Mumford que “A diferencia de los modelos
orgánicos del movimiento a través del espacio y el tiempo, el ciclo del
crecimiento y la decadencia, el movimiento de balanceo del bailarín, la
exposición y el retorno de la composición musical, el progreso era un
movimiento hacia el infinito, un movimiento sin perfección ni fin, un
movimiento por el movimiento”. (Lewis Mumford. Técnica y Civilización.
Alianza editorial 1992. Pág 207).
Es por eso que la doctrina del
crecimiento económico choca de frente con una serie de leyes fundamentales de
la naturaleza como son las leyes de la termodinámica. Tenemos un sistema
económico mundial dominante que para mantenerse en funcionamiento requiere de
un crecimiento infinito. Pero para mantener ese crecimiento infinito se
necesita energía para mantener la maquina en funcionamiento produciendo todos
los bienes de consumo que, al venderse, generaran las ganancias económicas que
mantendrá el ciclo cerrado de producción-consumo-ganancia. Este planteamiento
choca de plano con la primera ley de la termodinámica. Como dice Michael Rupert en el documental “Colapso”
“Toda
la economía global no se puede mantener. Requiere un crecimiento
infinito......pero un crecimiento infinito choca con una energía finita. La
primera ley de termodinámica: La energía no se puede crear ni destruir.”
O sea lo único que podemos hacer es transformar una
forma de energía en otra. Así podemos quemar la energía solar acumulada en los
fósiles para poder mover el mundo, pero no podemos de ninguna manera crear
energía de la nada cuando se acabe el petróleo. Lo mismo con la energía
nuclear, lo que hacemos es transformar la energía que une los átomos en calor
para calentar agua que mueve unas turbinas. No podemos crear cuando las fuentes
empiecen a agotarse y además en cada proceso un cantidad de energía se
desperdicia, se hace inutilizable.
La segunda ley de la termodinámica nos dice que en toda transformación de energía una porción
de la misma se degrada y se convierte en “energía de desecho”. La “energía de
desecho” no está disponible y se pierde. Por ejemplo cuando se utiliza la gasolina en el motor de un automóvil, una
parte de la energía realiza trabajo útil, para mover los pistones, otra porción
calienta el motor y el entorno, y la parte restante sale por el tubo de escape.
La energía útil se degrada a formas no útiles y no está disponible para
realizar de nuevo el mismo trabajo, como impulsar otro automóvil.
La idea de que la energía ordenada tiende a
transformarse en energía desordenada está contenida en el concepto de entropía.
La entropía es una medida de la cantidad de desorden. Si el desorden aumenta,
la entropía aumenta. La segunda ley de la termodinámica establece que en los
procesos naturales la entropía aumenta siempre a la larga. Las moléculas de gas
que escapan de un frasco pasan de un estado relativamente ordenado a un estado
desordenado. Con el tiempo, las estructuras organizadas se convierten con el
tiempo en ruinas desorganizadas. Las cosas se echan a perder por sí solas.
Siempre que se permite que un sistema físico distribuya libremente su energía,
lo hace siempre de tal modo que la entropía aumenta y la energía disponible en
el sistema para realizar trabajo disminuye.
Así que estamos viviendo en un esquema de desarrollo
económico y financiero que exige para mantenerse de un crecimiento infinito. En
un mundo de energía finita y de entropía en aumento este paradigma choca contra
algo más poderoso que el dinero. Más nos vale que le hagamos caso a Adam Smith
y gastemos de manera prudente ante de que las leyes de la termodinámica nos
hagan pagar caro nuestro gasto sin freno de energía.
(
No hay comentarios:
Publicar un comentario