Una mirada antropológica a las ideas de Lewis Mumford (1)
Alvin Reyes
Introducción
Introducción
El
objeto de estudio de la antropología es el hombre, su entorno, su cultura.
Según Conrad Kottak “La antropología explora la diversidad humana en el tiempo y el
espacio; estudia toda la condición humana, su pasado, presente y futuro; su
biología, sociedad, el lenguaje y la cultura. De particular interés es la
diversidad que proviene de la adaptabilidad humana”[1].
O sea la diversidad humana es el tema de estudio de la antropología y aunque
esta surgió como una estrategia para estudiar sociedades con mayor uniformidad
cultural y menor diferenciación que las sociedades industrializadas no es menos
cierto que la sociedad occidental moderna presenta un entorno en el cual el
hombre se enfrenta a tantos retos que requieren de un esfuerzo para entender la
problemática actual y la antropología no puede estar ajena a los retos del
futuro del hombre de las ciudades, al hombre urbano, al hombre que vive y
respira para un sistema económico cuyo objetivo principal no es el crecimiento
cultural ni humano de este hombre si no el crecimiento de los indicadores
económicos.
Uno
de los autores que dedicaron su obra al estudio del hombre y su cultura frente
a los retos que representan el cambio de paradigma orgánico, humano por el
paradigma tecnológico fue Lewis Mumford (1895-1990). Su obra abarcó más de seis
décadas haciendo contribuciones importantes al saber histórico y filosófico. “Mumford
indagó en torno a las cuestiones éticas que animaron todas sus investigaciones
sobre el arte, la tecnología y el urbanismo”[2].
En
el presente trabajo utilizaremos los trabajos de Lewis Mumford, apoyados por
autores de más actualidad, para reforzar la vigencia del pensamiento crítico de
Mumford sobre la tecnología, para plantear la actual situación del hombre
occidental moderno sometido a un sistema que lo ha despojado de su humanidad y
que le ha hecho olvidar que sus cualidades humanas son más importantes que el
culto sin sentido a la tecnología, al utilitarismo y al beneficio económico
como único fin de la existencia humana.
Iniciaremos
con la definición del concepto de máquina y megamáquina según Mumford y luego
procederemos a ver los efectos que la consolidación de esta máquina ha tenido
para los seres humanos que habitan en los grandes centros industriales urbanos.
Por
ultimo trataremos el tema de la renovación del hombre y su autotransformación
como única salida que tiene la humanidad para ser plenamente libre.
Lewis
Mumford y el mito de la máquina
La
obra de Lewis Mumford es un universo de ideas que nos ayudan a reflexionar
sobre el papel de la técnica en el desarrollo de la historia humana, critico
mordaz de que el ser humano haya sucumbido a una idolatría sin límites, de un
culto irracional a la ciencia, la técnica y el maquinismo, Mumford dedico en la
mayor parte de sus obras a advertir sobre las consecuencias funestas para el
hombre occidental moderno de este culto sin sentido, de esta glorificación a la
máquina que ha desplazado al ser humano del lugar preponderante en la historia
y a lo ha convertido en una pieza, en un engranaje más del complejo tecnológico
de poder que él llamó El Pentágono del poder.[3]
Desde
el punto de vista antropológico Mumford se opone a la definición que se hace
del hombre refiriéndose a este como un animal que usa herramientas.
El
hombre moderno ha trazado un cuadro curiosamente distorsionado de sí mismo al
interpretar su historia remota de acuerdo con los módulos de su actual afán de
fabricar máquinas y conquistar a la naturaleza. Una y otra vez justifica sus
inquietudes actuales denominando a su antecesor prehistórico «un
animal fabricante de herramientas» y dando por supuesto que los instrumentos
materiales de producción predominaron sobre todas sus demás actividades.
Mientras los paleontólogos consideraron los objetos materiales – sobre todo
huesos y piedras – como la única prueba científicamente admisible de las
actividades del hombre primitivo, nada pudo hacerse para modificar este
estereotipo. Pero a mí, como generalista que soy, me parece necesario poner en
tela de juicio tan estrecho concepto”.
[4]
Pero
entonces, ¿Qué es lo que nos diferencia del resto de los animales? ¿Qué es lo
que nos hace humanos? “Y es que ningún rasgo aislado, ni siquiera
la fabricación de herramientas, basta por sí solo para identificar al hombre,
pues lo especial y singularmente humano es su capacidad para combinar una
amplia variedad de propensiones animales hasta obtener una entidad cultural
emergente: la personalidad humana.”[5]
O
sea no es el hecho de fabricar herramientas lo que nos hace humanos si no el
despertar de nuestra propia conciencia. Son los intangibles y no nuestra
capacidad de construir máquinas y aparatos lo que nos diferencia del resto de
las criaturas. Reducir el hombre a un mero fabricante de herramientas es negar
todo aquello que está dentro de nosotros aquello que llamamos conciencia.
Comemos,
reímos, cantamos, lloramos, dormimos, hacemos el amor, sentimos envidia,
alegría, creemos en Dios, somos ateos, tenemos pasión. Todos esos atributos y
muchos más son los que nos hacen humanos, los que nos colocan en un estadio
superior de conciencia muy por encima de las demás criaturas del planeta. Pero
además tenemos la capacidad de ser uno en la diversidad. Cada ser humano es
único y como tal tiene libertad de pensar de acuerdo a sus propios principios y
conceptos. Mumford en Arte y técnica afirma que “puede que el hombre fuese un
fabricante de imágenes y de idiomas, un soñador y un artista, incluso antes de
ser un fabricante de herramientas.”[6] Mumford llega incluso a reconocer que esta es
una postura herética. También destaca el papel de las primeras manifestaciones
de ritual y tabúes que aparecieron en los albores de la humanidad como un
componente importante en el ulterior desarrollo de la conciencia humana
En
resumen, toda la esfera de la existencia del hombre primitivo, en la actualidad
repudiada por la mente científica moderna (por saberse consciente de su
superioridad intelectual), fue la fuente originaria de la autotransformación
del hombre, que le hizo pasar de animal a ser humano. El ritual, la danza, el
tótem, el tabú, la religión y la magia fueron los factores que proporcionaron
las bases fundamentales para el ulterior desarrollo superior del hombre.[7]
En
resumen no somos humanos y nos separamos del resto de los animales porque
aprendimos a usar herramientas, aprendimos a usar herramientas cuando asistimos
al despertar de nuestra propia conciencia.
Máquina
y Megamáquina
En
esta época estamos asistiendo a un dominio de la técnica sobre el hombre quizá
como en ninguna otra que haya vivido. Nos hemos alejado del mundo orgánico para
pasar a ser habitantes de un mundo dominado por la técnica. “Esta
capacidad sustitutiva de funciones que el ejercicio de la técnica pone a
disposición del ser humano, le posibilita alejarse cada vez más de su medio
ambiente y moverse con mayor libertad en una segunda naturaleza, objetivamente
artificial, confeccionada a su deseo y medida”[8].
Cómo
llegó la técnica, en principio aliada del hombre, a sojuzgarlo? En qué momento
la tecnología se convirtió en un sistema en el que el ser humano ya no ocupa un
lugar primordial si no que es un mero apéndice del sistema mecánico? Para
explicar esta parte vamos a apropiarnos del concepto de máquina acuñado por
Mumford para definir el sistema. En “Técnica y Civilización” explica “Cuando
use el término “la maquina” me referiré como una referencia abreviada a todo el
complejo tecnológico”[9].
Los primeros hombres surgidos de los grupos de cazadores recolectores se
convirtieron, por mandato divino, en los primeros reyes de la tierra y fueron
estos reyes y faraones los que construyeron la primera gran maquina: La
megamáquina, hecha puramente de partes humanas intercambiables. “Sólo los
reyes, asistidos por las disciplinas de las ciencias astronómicas y respaldados
por las sanciones de la religión, tenían capacidad suficiente para juntar y
dirigir esa megamáquina, que era una estructura invisible, compuesta de partes
humanas, vivas, pero rígidas, aplicada cada cual a su tarea específica, a su
trabajo, a su función, para realizar entre todas las inmensas obras y los
grandiosos designios de tan enorme organización colectiva.”[10]
Luego
de que aprendimos a usar esta megamáquina, con el paso del tiempo, las
invenciones mecánicas nos fueron dando un dominio absoluto sobre la naturaleza
y el resto de los seres vivos; pero al aprender a dominar la naturaleza y
ponerla a nuestro servicio aprendimos también a dominar a otros hombres y es
desde esa época que datan las primeras guerras en busca de esclavos. Así llegó
este sistema mecánico a dominar por completo todas las facetas de la humanidad.
Esta megamáquina se alimentaba de la esclavitud y de la conscripción, lo que se
lograba no sin gran esfuerzo y a lo largo de la historia están los ejemplos de
rebeliones de esclavos que enfrentaron los primeros reyes que dirigieron la
megamáquina.
Con
el avance de la ciencia y de la tecnología la megamáquina fue sustituyendo sus
piezas humanas por piezas mecánicas.
Las
partes humanas que componían la megamáquina eran, por naturaleza, imperfectas;
en consecuencia: no se podía confiar en ellas del todo, y menos mecánicamente.
Hasta que pudieran hacerse en cantidad suficiente auténticas Máquinas de madera
y de metal, que ocuparon el puesto de la mayoría de los componentes humanos, la
megamáquina siempre resultó vulnerable[11].
Toda
esta tecnología, toda la sustitución de las partes humanas móviles por partes
mecánicas no ha servido para liberar al hombre de la esclavitud de la máquina.
En este estadio de la civilización humana estamos asistiendo, a lo largo de
muchas décadas, al dominio de la máquina. Se vive, se trabaja por y al servicio
de la máquina. Por vía de consecuencia, aunque los humanos no seamos ya parte
del engranaje físico de la máquina, como en la megamáquina antigua, mantenemos
la maquina en funcionamiento. “Las actuales sociedades industriales se
hayan regidas por una gigantesca superestructura, constituida por tres
elementos: la propia técnica o tecnología, las ciencias naturales en su versión
matemática-cuantitativa y la forma capitalista (hoy se diría, además,
neoliberal y globalizada) de producción.”[12]
Y no es menos cierto que “dicha superestructura aparece
adicionalmente como un gigantesco organismo planetario de movimientos no
enteramente predecibles ni controlables. Su presencia representa un hecho
insólito que distingue claramente a la cultura industrial contemporánea de sus
predecesoras”[13].
[1] Kottak, Conrad
Phillip (2011). Antropología cultural. Mexico. McGraw-Hill. 14ª ED. Pág. 4
[2] Blake, Casey Nelson (2014). Lewis
Mumford insurgente: Introducción a Arte y técnica. La Rioja, España. Editorial
Pepitas de calabaza 1 ed. Pág. 7
[3] Mumford,
Lewis (1970). The Myth of the machine. Volume 2. The pentagon of power. New
York. A Harvest/HBJ Book. Pág. 164
[4] Mumford, Lewis
(1967). The Myth of the machine. Volume 1. Technics and human
development. New York. Harcourt, Brace and World. Pág. 14
[5] Ibíd.
Pág. 6
[6] Mumford, Lewis (1952). Arte y técnica. La Rioja, España.
Editorial Pepitas de calabaza. 1 ed. 2014. Pág. 71
[7] Lewis Mumford (1967). The Myth of the machine. Volume 1.Technics and human
development. New
York. Harcourt, Brace and World. Pág. 71
[8] Rosales, Amán. Perspectivas de una
antropología de la técnica. México. Instituto Tecnológico Autónomo de México,
Departamento Académico de Estudios Generales. Sección textos, vol.18, no.64-65
(primavera-verano 2001). Pag. 30
[9] Mumford, Lewis
(1971). Técnica y Civilización. España. Alianza editorial. Quinta reimpresion
en “Alianza Universidad”: 1992 Pág. 28.
[10] Lewis Mumford
(1967). The Myth of the machine. Technics and human development. New York. Harcourt, Brace and
World. Pág. 189
[11] Ib Pag 230
[12] Rosales, Amán.
Perspectivas de una antropología de la técnica. México. Instituto
Tecnológico Autónomo de México,
Departamento Académico de Estudios Generales. Sección textos, vol.18, no.64-65
(primavera-verano 2001). Pag. 42
[13] Ibidem
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