Una mirada antropológica a las ideas de Lewis Mumford (2)
Alvin Reyes
Por
una parte, mientras que en la utilización de los primeros martillos se expresa
(mediante el golpe directo mismo) toda la inmediatez del fin esperado, en su
producción ulterior con el paso del tiempo, progresivamente más compleja y
onerosa (por ejemplo en grandes industrias robotizadas dedicadas al tratamiento
de maquinaria pesada), se observa un alejamiento cada vez mayor respecto de los
propósitos iniciales del primitivo utensilio. La complejidad posterior
obedecerá a las condiciones requeridas para una mayor eficiencia o calidad de
las acciones y los resultados De otra parte, en el caso de la domesticación del
fuego, los usos posteriores de la técnica han dejado atrás la inmediatez del
primer efecto deseado dando lugar a la consolidación de prácticas culturales, como
el desarrollo de la vida familiar, de más amplio alcance social.[1]
El
consumo de bienes, servicios, tecnología, etc., es la savia que mantiene a la
máquina, al sistema, en funcionamiento. No es posible que la máquina haya
alcanzado el éxito absoluto del que goza ahora sin que haya sido aupada por el
consumo irracional de todo tipo de artículos. Al principio el hombre uso sus
habilidades y destrezas para crear los inventos y medios adecuados para poner
la naturaleza a su servicio y aumentar su capacidad de producir energía. Pero
luego con el avance de la ciencia y el método científico se empezaron a
descubrir nuevos materiales y nuevas técnicas que liberaron fuerzas capaces de
producir objetos antes ni imaginados. Esto provocó una espiral creativa que alimentaba
a la máquina. “De este hábito surgió un nuevo fenómeno: la
invención sistemática y premeditada. He aquí un nuevo material: problema:
buscarle una nueva utilización. O bien he aquí un nuevo instrumento: problema:
buscar la fórmula teórica que permita producirlo”[2].
Las
fuerzas que esta nueva capacidad productiva e inventiva del hombre desataron le
dieron una expansión tal al comercio y al consumo que el sistema ya no puede
vivir más sin este combustible que le alimenta constantemente. De las
invenciones industriales y militares se pasó a la producción de artículos de
consumo masivo primero para el hogar: refrigeradores, estufas eléctricas,
hornos, aspiradoras, etc. Y de desde aquí se el paso siguiente fue democratizar
el lujo. La moda en el vestir, exclusivo de las cortes francesas en siglos
pasados, podía ser alcanzada por cualquier persona de a pie siempre que estuviera
dispuesta a pagar el precio por ella. En palabras de Gilles Lipovetsky:
“Es
innegable que existe una tendencia a la democratización del lujo en los
pequeños accesorios, los perfumes, las cosas de baño, todo eso está ampliamente
democratizado, pero cuando uno habla de democratización del lujo es algo que
uno tiene que repensar. Cuando uno es pobre o de clase media no considera el
lujo como una opción. Soy de un medio muy modesto y cuando era joven no sabía
nada del tema del lujo. Hoy, en cambio, no hay un joven que no conozca las
marcas de lujo. Hay una democratización de los nombres y las marcas, ellos los
conocen porque los ven en los medios, entonces existe el deseo de esa
apropiación”[3].
Pero
esa democratización del lujo de la que habla Lipovetsky no es más que prometer
al ciudadano de a pie el paraíso en la tierra. Para poder mantener las maquinas
funcionando se necesita que el consumo continúe aumentando y que tienda al
infinito lo que ha provocado el salto siguiente: el hiperconsumo. Vivimos
rodeados de avisos publicitarios que anuncian los más variados productos, desde
prometer erecciones sin límites hasta eliminar la calvicie. Es aquí donde
reside uno de los mayores logos de la máquina: La mayor parte de las cosas que
nos anuncian no las necesitamos. Tanto así que “Un reciente informe del
Parlamento Europeo concluye que la sociedad europea despilfarra 179 kilos de
alimentos al año por habitante, 89 millones de toneladas de comida al año, la
mayor parte en perfecto estado de consumo.”[4]
El
hombre del siglo XXI ha llegado despojado de deseos vitales y de
espiritualidad, se le ha adoctrinado para seguir un patrón de vida y de consumo
cuyo fin es mantener la maquina en funcionamiento. La economía de la sociedad
industrial moderna era una economía de producción y se encontraba dominada por
el espíritu científico y técnico; la economía de la sociedad contemporánea está
definida por la producción y el consumo de masas y está dominada por el mercado
y el marketing. La racionalidad solo puede ser instrumental porque está al
servicio de una demanda que expresa la búsqueda de símbolos de un status social
o el deseo de seducción y erotismo.[5]
El
hombre en la edad de la máquina.
El
ser humano promedio de hoy, el trabajador de los grandes centros urbanos ha
convertido su ciclo de vida en una rutina mecánica que ya no es dictada por los
ciclos de la naturaleza si no por los dictados del complejo económico mundial.
No nos levantamos al completar nuestro ciclo natural de descanso ni nos
acostamos cuando nos da sueño, lo hacemos cuando lo dicta el reloj. Si nos
levantamos tarde es posible que nos penalicen o lo hagan con nuestros hijos si
llegan tarde a la escuela. No almorzamos cuando tenemos hambre si no en el
momento indicado por la rutina de la vida diaria. Todas nuestras actividades y
funciones vitales están programadas de antemano por una civilización que se ha
despojado de su humanidad para adaptarse a la dinámica del mundo mecánico. Y
mientras nos integramos a esta civilización de la maquina nos sometemos al
dominio de la técnica que separa al hombre de su humanidad y lo abstrae su
espiritualidad[6]. Y esto
es así porque el sistema, la megamáquina, ha colocado al hombre fuera de su
lista de sus intereses. El hombre ya no ocupa más el centro de las
preocupaciones ni el fin del complejo de poder es lograr la libertad del
hombre. “Es importante entender que la automatización, en su forma final, es un
intento por ejercer control, no solo sobre el proceso mecánico en sí mismo,
sino también sobre el ser humano que una vez lo dirigió: lo ha cambiado de ser
un agente activo a ser un agente pasivo, y finalmente eliminándolo”.[7]
Así
vivimos en una época moderna donde se han alcanzado logros científicos
inimaginables para generaciones anteriores sin embargo estos logros, estos
avances si bien es cierto que han mejorado el nivel de vida de muchos seres
humanos es cierto también que el modelo económico actual es un sistema que solo
tiene como objetivo mantenerse en funcionamiento perpetuo.
Todo
esto se agrava por el hecho de que el trabajador industrial moderno que está al
servicio del sistema económico mundial vive despojado de su identidad porque
los bienes y servicios que produce no les pertenecen, es un trabajador
alienado. El hombre, el trabajador, es una pieza vital en el ciclo de
producción de la maquina pero no posee aquello que produce.
Tal
alienación significa que ellos no sienten fuerte orgullo o identificación
personal con sus productos. Ven que éstos pertenecen a alguien más, no al
hombre o a la mujer que trabajó para hacerlos. Por el contrario, en las
sociedades no industriales, las personas por lo general desempeñan el trabajo
de principio a fin y dan un sentido de logro al producto. Los frutos de su
labor les pertenecen a ellos y no a terceros.[8]
Luego
de miles de años de avances tecnológicos los seres humanos siguen siendo piezas
humanas intercambiables. Cada vez más ha aumentado el número de empleos
temporales y de baja calificación.
El
91,24% de los 12.242.759 contratos laborales formalizados en España hasta
octubre de 2003 han sido de carácter temporal, según un estudio de Javier
Ramos-Díaz, profesor de Ciencias Políticas de la Universitat Pompeu Fabra de
Barcelona, elaborado a partir de los datos del INEM. Por edades, la
temporalidad superaba al 80% de los contratos de los jóvenes de 16 y 19 años,
llegaba al 60% en los trabajadores de 20 a 24 años de edad, y a la mitad de los
empleados de 25 a 29 años, cifras que, a su juicio, son un síntoma de
precariedad laboral, un fenómeno complejo en el que confluyen la inseguridad y
la pobreza.[9]
No
menos relevantes sobre este hecho fueron las declaraciones del primer ministro
italiano Mario Monti que afirmó que los jóvenes se tienen que acostumbrar a no
tener un puesto de trabajo fijo.[10]
Es
indudable que cada vez más empleos que son realizados por humanos están siendo
asignados a máquinas automáticas desplazando a los seres humanos con una
velocidad que el mercado laboral no está absorbiendo de manera adecuada en los
actuales momentos. Así tenemos la siguiente noticia:
¿Se
imagina un supermercado sin cajeros, donde usted mismo sea quien pase los
productos por el escáner?. No se trata de ciencia ficción, sino que ya hay
60.000 supermercados en el mundo que tienen cajas donde no hay ninguna persona,
sino que el mismo cliente se encarga de escanear los productos uno por uno.
Tiendas como
Walmart y Carrefour lo tienen en los Estados Unidos, Europa y la zona de Asia
Pacífico. El concepto, denominado showrooming, consiste en un self check out.[11]
Muchos
economistas y teóricos del sistema afirman que las cifras que indican una alta
tasa de desempleo son más debidas a una ralentización del crecimiento económico
mundial que a un desplazamiento de trabajadores por la tecnología.
David
Autor, economista del MIT que ha estudiado en profundidad la conexión entre el
empleo y la tecnología, también duda de que esta pueda ser responsable de un
cambio tan drástico en las cifras de empleo total. "Ha habido una fuerte caída
del empleo que empezó en el año 2000. Algo cambió", afirma. "Pero nadie conoce la causa".
Es más, duda incluso de que la productividad haya crecido de manera
significativa en Estados Unidos en la última década (los economistas pueden
mostrarse en desacuerdo respecto a esa estadística puesto que hay distintas
formas de medir y pesar los inputs y outputs económicos). Si
tiene razón, aumenta la posibilidad de que el pobre crecimiento del empleo sea
resultado simplemente de una economía ralentizada. El frenazo súbito en la
creación de empleo "es un gran puzle", continua diciendo
Autor, "pero no existen demasiadas
pruebas de que esté relacionado con los ordenadores".[12]
También se afirma que este desplazamiento de trabajadores por la tecnología es
temporal y que a medida que las personas se capaciten en nuevos empleos el
desplazamiento ira disminuyendo “aunque las tecnologías digitales actuales
estén reteniendo la creación de empleo, la Historia sugiere que lo más probable
es que este sea un shock doloroso,
pero temporal; según los trabajadores vayan ajustando sus capacidades y los
emprendedores creen oportunidades basadas en las nuevas tecnologías, la
creación de empleo rebotará”.[13]
Pero…….
¿Y si las velocidades de desarrollo son desiguales?... ¿Si el cambio
tecnológico es más rápido? ¿Si el ritmo del crecimiento es tal que muchos de
nosotros no podamos, por más esfuerzo que hagamos, alcanzar la velocidad, que
pasará con nosotros?. Brynjolfsson y McAfee en “Race Against the Machine”
afirman:
“Las
tecnologías digitales cambian rápidamente, pero las organizaciones y las
habilidades no marchan a ese mismo paso. Como resultado, millones de personas
se están quedando atrás. Sus ingresos y puestos de trabajo están siendo
destruidos, lo que les deja en peor situación en relación con el poder
adquisitivo absoluto que antes de la revolución digital. Mientras que la base
de nuestro sistema económico supone un fuerte vínculo entre la creación de
valor y la creación de empleo, la Gran Recesión revela el debilitamiento o
ruptura de ese enlace. Esto no solo una simple fase del ciclo económico, sino
más bien un síntoma de un cambio estructural más profundo en la naturaleza de
la producción. A la vez que la tecnología se acelere también lo harán los
desajustes económicos, socavando nuestro contrato social y en última instancia,
perjudicando tanto a ricos como a pobres, no sólo a las primeras oleadas de
desempleados.”[14]
Si
el hombre es despojado de su trabajo, de su empleo y a su vez este
desplazamiento no se recompensa con un crecimiento espiritual y un ocio sano,
con relevancia de las artes y de la vida contemplativa, del hombre no quedara
más que un cascarón vacío. Y aquí cuando nos referimos a trabajo, no estamos
pensando en un empleo, si no en una actividad que es parte de su crecimiento
espiritual. En “La condición del hombre” Mumford señala “la función del trabajo es proveer
al hombre con un medio de vida: no con el propósito de aumentar su capacidad de
consumir si no con el objeto de liberar su capacidad de crear. El significado
social del trabajo deriva del acto de creación que este hace posible”[15]
[1] Rosales, Amán.
Perspectivas de una antropología de la técnica. México. Instituto Tecnológico
Autónomo de México, Departamento Académico de Estudios Generales. Sección
textos, vol.18, no.64-65 (primavera-verano 2001). Pág. 36
[2] Lewis Mumford (1971). Técnica y
Civilización. España. Alianza editorial. Quinta reimpresión en “Alianza
Universidad”: 1992 Pág. 238.
[3] Entrevista con Gilles Lipovetsky.
Recuperado de http://analitica.com/entretenimiento/entrevistacon-gilles-lipovetsky-l-filosofo-de-la-moda/
[4] Ecologistas en
acción. Contra el desperdicio masivo de alimentos. Recuperado de
http://www.ecologistasenaccion.org/article22348.html
[5] Bernal Maz, Patricia (2007).
Antropología de la técnica. La trayectoria del dolor en el hombre
contemporáneo. (Maestría en filosofía).Pontificia Universidad Javeriana.
Facultad de filosofía. Bogotá. Pag.21
[6] Ibid. Pag.11.
[7] Mumford,
Lewis (1970). The Myth of the machine. Volume 2. The pentagon of power. New
York. A Harvest/HBJ Book. Pág. 189
[8] Kottak, Conrad Phillip (2011). Antropología
cultural. Mexico. McGraw-Hill. 14ª ED. Pág. 189
[9] Ming, Wu.
Acostumbrarse. Recuperado de
http://www.rebelion.org/hemeroteca/cultura/040119wm.html
[10] RTVE.ES/AGENCIAS. Indignación en
Italia por las palabras de Monti sobre que el trabajo fijo es
"aburrido". Recuperado de
http://www.rtve.es/noticias/20120202/indignacion-italia-palabras-monti-sobre-trabajo-fijo-aburrido/494837.shtml
[11] Llegan los supermercados sin
cajeros. Recuperado de
http://www.cronista.com/informaciongral/El-primer-mundo-se-acerca-a-las-gondolas-llegan-los-super-sin-cajeros-humanos-20120411-0038.html
[12] Rotman, David. De cómo la tecnología
está destruyendo el empleo. MIT technology Review. Recuperado de
https://www.technologyreview.es/negocios/43368/de-como-la-tecnologia-esta-destruyendo-el-empleo/
[13] Ibidem
[14] Brynjolfsson, Erik and McAfee,
Andrew (2011). Race Against the machine. Massachusetts. Digital Frontier Press
Lexington. Pag. 21
[15] Mumford,
Lewis (1973). The condition of man. New York and London. A harvest/HBJ Book.
Pág. 5
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