El cese de la producción en papel de este símbolo histórico del conocimiento pone de relieve el imparable avance de la mediatización de la cultura.
MARTA CABALLERO Publicado en el Portal de las Culturas
Desde que el libro digital se hizo carne
en tinta electrónica e internet el oráculo del mundo, todo el sector de
las letras sabía que las primeras publicaciones de papel en caer serían
las de consulta, que el saber que se despachaba en grandes tomos
acabaría dejando de ocupar lugar. Es el turno ahora de la Enciclopedia Británica,
todo un símbolo de la historia contemporánea y fundamental para la
historiografía inglesa, que acaba de anunciar el fin de sus 244 años de
celulosa para pasarse únicamente al formato digital. Natural y a
la vez irónico en un contexto en el que el internauta escribe en Google
el nombre de esta publicación y el buscador le remite directamente a su
entrada en Wikipedia. Pero no es esta la única causa. Se
cierra, en fin, un capítulo en la historia del libro y sigue cerrándose
la historia de una revolución, la de la enciclopedia, que ya forma parte
de otra revolución, la de la lectura digital.
En realidad, el cese de la producción impresa se enmarca en una tendencia que arrancó con el milenio
y en la que el género enciclopédico, que tantas cumbres había coronado
hasta el boom de los 90 (aquellos señores que llamaban a la puerta con
catálogos y la promesa de un televisor de regalo), se vio obligado a
redefinirse con el advenimiento de las publicaciones digitales, como la
citada Wikipedia o la ya desaparecida Enciclopedia Encarta, que
cerró a finales de 2009 debido a su obsolescencia respecto a sus
hermanas gratuitas de la red. Las posibilidades de estos almacenes del
saber se multiplicaron primero con los CD-Rom y luego con las páginas
web, pues permitían actualizaciones, la inclusión de nuevas
herramientas y la ampliación de las posibilidades del contenido gráfico
con el componente audiovisual. Pero, no obstante, hay un elemento que ha acompañado a la Enciclopedia Británica
a lo largo de la historia, así como a similares como la Larousse en el
caso francés o a la Espasa en el español: el prestigio. Si bien es
cierto que todas estas publicaciones supervivientes adolecen de una
pérdida de rigor en los últimos años, también lo es que las digitales son constantemente cuestionadas por su falta de erudición y por el carácter amateur de sus autores.
Y, sin embargo, este mundo en el que la producción de tablets ha
aumentado en un 256 por ciento el último año, no puede dejar de tender a
lo digital.
Así lo atestigua Darío Villanueva, secretario de la Real Academia
Española y responsable de los avances de esta institución en el marco
electrónico. Asegura Villanueva que la RAE está “absolutamente centrada” en la incidencia que ya tiene la sociedad digital en sus actividades, que se plasman en el Diccionario, la Gramática, la Ortografía y la publicación de textos clásicos. Actualmente la institución trabaja en la XXIII edición del DRAE, que verá la luz en 2014, y que vendrá aparejado con un encuentro sobre el futuro de estas publicaciones en la era digital
que, adelanta el académico, contará con grandes editores -entre ellos
los de Oxford-, lingüistas computacionales y fabricantes de aplicaciones
y dispositivos de la nueva tecnología. “Queremos saber cómo va a ser la
XXIV edición y cómo va a continuar esto”, explica Villanueva, que sin
embargo mantiene que la Academia debe continuar apostando también por el
papel: “Oxford ha dejado ya de editar en papel su diccionario.
Nosotros tenemos también la oferta del diccionario en línea, que en los
últimos dos meses ha superado los 62 millones de consultas mensuales. Estamos
ante dos millones y medio de visitas al día. Así las cosas, puede que
alguien piense que es una contradicción mantener el libro si tiene esta
oferta abierta, pero nuestra postura es mantener las dos ediciones“.
Con todo, la RAE no quiere perder comba y promete perfeccionar el
diccionario online y pronto presentará sus aplicaciones para iPhone,
iPad, Android (en Kindle ya están), pero su postura es que el
diccionario es “un monumento de la cultura española” y que como libro
“aún tiene vida”. Futuro híbrido, pues, para las obras de consulta del
español, que se rigen en la Academia por un plan estratégico que buscará las formas de rentabilizar las publicaciones conforme vayan ampliando su presencia en la red. “A diferencia de la Enciclopedia Británica,
nosotros no somos una empresa. Estoy seguro de que su decisión se debe a
que no han encontrado una opción mejor”, concluye Villanueva, quien
también confirma la pronta remodelación de la web de la institución.
¿Y las enciclopedias españolas?
La situación de las editoras que publicaban enciclopedias en España es aún peor que la vivida en la Enciclopedia Británica, pues muchas han desaparecido o se han especializado en otros campos. Así, Salvat, Planeta, Larousse… a esta última pertenece Enrique Vicién, hoy responsable de marketing del sello y, hasta hace unos años, editor de enciclopedias.
Él señala que ambos casos, el británico y el español, son similares,
aunque aquí se adelantó la desaparición porque el ámbito anglosajón goza
de una mayor tradición enciclopédica. No obstante, considera que la
creencia de que las publicaciones digitales han matado a la enciclopedia
en papel no es del todo cierta: “Hay otros factores, como los puramente
físicos”. Con ellos se refiere Vicién a los cambios en los modos de
vida, esto es, la disminución del tamaño de los hogares, el
mobiliario tipo Ikea no pensado para albergar este tipo de tomos y, en
general, a una menor capacidad económica en las familias.
Pero hay otro factor, aporta Vicién, que se halla en el origen de estos cambios y que alude a un menor apego por el conocimiento:
“Este tipo de artefactos que acumulaban ‘todo el saber’, como rezaba
nuestro lema, ya no son tan imprescindibles para las familias, que antes
estaban dispuestas a hacer un esfuerzo económico para que sus hijos
pudieran tener esta herramienta de estudio en sus casas”.
“Todos estamos trabajando en la misma dirección”
Con todos estos avances y retrocesos, la producción de Larousse y otros sellos se fue haciendo inviable hasta desaparecer: “Exigían mucho trabajo, la labor de especialistas, tenían un alto coste de producción porque eran productos de calidad.
Los que nos dedicábamos a esto nos fuimos desespecializando a
principios del milenio y ahora, como sucede en Larousse, ofrecemos un
nuevo tipo de obra de consulta organizada por temas: por ejemplo,
jardinería, cine, arquitectura, historia…”, enumera Vicién, que
apostilla que de todos estos sectores es el infantil el que mejor sobrevive, gracias a los colegios, como sucede con el mítico Pequeño Larousse de esta casa,
que después de 100 años sigue funcionando. También en este sello que
alberga el portal diccionarios.com, trabaja por poder llegar al tren de
la red: en pocos meses tendrán una enciclopedia consultable online
precisamente para los usuarios del Pequeño Laurousse, que permitirá actualizar la información y completarla con material audiovisual. “Otra cosa es que el negocio esté tan claro, porque es complicado hacerlo viable en un país que no tiene tradición de pago”, se apena Vicién, quien, sin embargo, reconoce que estamos en el primer paso de lo que vendrá después.
“Estamos perdiendo el ADN cultural de Europa”
Menos esperanzado, y con la tristeza del
romántico, lamenta el escritor y editor Ramón Pernas la desaparición de
la edición en papel de la Británica: “Estamos entrando en otra era, las enciclopedias cumplieron una función importante. Son monumentos de la humanidad y debieran de estar protegidas
y nunca desaparecer porque son la memoria colectiva de un tiempo y de
una cultura. Se pueden digitalizar el Arco del Triunfo y las pirámides
de Egipto pero no por eso pueden desaparecer”. Sabe el escritor de lo
que habla, él fue responsable de la etapa dorada de Espasa, sello del
que fue editor desde el 82 hasta el 92, por ello insiste en la
importancia de estos libros con cuya desaparición se va, lamenta, “el
ADN cultural de Europa”. Y aporta: “Podrán venir otras formas de leer,
podrá automatizarse la respuesta en Google y Wikipedia a todas las
preguntas, pero nos vamos a quedar en 140 caracteres. ¿Sabes lo bello
que es bajar un tomo y abrirlo por la página que contiene lo que
buscabas? Es distinto encontrar lo que buscas que buscar lo que encuentras“.
En su opinión, junto a los factores ya señalados, el problema reside en
que hoy prima el utilitarismo, “y lo bello casi siempre es inútil”.
Para él, que tiene por terminar una novela sobre un hombre que
interpreta el mundo a través de la enciclopedia de 100 tomos con la que
vive, nada va a sustituir el placer de detenerse en un libro y de bucear en sus páginas.
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